Colonia del Sacramento se propuso realizar el acontecimiento literario más grande de su historia y lo hizo a través de las Jornadas de Homenaje a Juan Carlos Onetti, en una “Movida” que reunió a unos trescientos participantes de todo el país, Brasil y Argentina, entre los que se contó a investigadores, profesores, lectores, y a parte de la familia del tan destacado narrador uruguayo.
Hay pensamientos que a veces nos resultan manidos y a veces innecesarios porque son muy evidentes: todos los que el lector de esta nota traiga a su memoria de seguir vivo luego de la muerte entran en esa categoría. La presencia de Onetti en esas dos jornadas en Colonia fue más que palpable y la razón es muy simple: no se puede hablar en pasado de alguien que es parte de nuestras lecturas, que nos permite el goce literario, que representa una de las historias epigonales del proceso del pensamiento, la estética literaria y hasta encarna buena parte de los avatares de la vida cívica del Uruguay de las últimas décadas. Eso suficiente decir para justificar el verbo en presente: hablaremos aquí de quien Onetti es.
Amor: relación de sordos
Más allá del análisis intelectual de su obra que fue por cierto muy destacado y que estuvo a cargo de panelistas de la más alta jerarquía internacional, hubo momentos de mayor intensidad, de un contacto personal con el autor.
Uno de ellos fue la proyección de una entrevista periodística que en 1977 le había hecho el periodista Joaquín soler Serrano, en su programa “A fondo” de la Radio y Televisión Española.
Poder apreciar en la pantalla grande su tono pausado, su expresión grave, siempre en intervalos del humo del cigarro, disfrutar de su ironía fina y de esas ocurrencias que lo hacen tan especial, fue sin dudas un momento destacado.
“En la relación amorosa siempre hay uno por lo menos que es sordo… o los dos”, fue uno de sus comentarios que en el arranque mismo de la entrevista provocó la hilaridad general.
El recuerdo de sus padres, de quien el periodista quiso saber cómo eran y qué le habían legado. “Mis padres eran encantadores”. Ella era brasileña y él uruguayo, todo un “gentleman”, que dio junto a su madre un clima de delicadeza al hogar en que se crió y en el cual se respetaba especialmente a la mujer. “Heredé eso de mi padre y un gran sentido de la tolerancia. Mi madre era excelente persona, pero como venía del Sur de Brasil tenía eso de esclavista… yo tenía amistad con negritos de mi barrio y eso a ella no le gustaba mucho”.
Mentir desde la infancia
-“En los primeros años usted era un contador de historias…”
-“Claro… En mi infancia empecé a mentir: venía a casa y contaba aventuras que nunca habían ocurrido ni ocurrirán. Y a los chicos también les contaba mentiras… Y así seguí… mintiendo… Llevé un diario de mi vida donde se acumulaba mentira tras mentira. Historias que me envidiaría Don Juan… ¡Era todo mentira!”.
Los frutos de la espera
Onetti trabajó como periodista. Explicó en la entrevista que cuando se desempeñaba en el diario “Acción”, fue de esta forma que surgió su obra “Para esta noche”:
“Me vinieron a contar algo y me fui de inmediato a escribir ‘Para esta noche’. Por diferencia de horario las noticias llegaban de madrugada y como yo estaba apasionado por las noticias de guerra y había tomado como horario la noche y la madrugada, mientras esperaba que sonara la campanilla de la teletipo, escribía. Ese relato es totalmente faulkneriano y no tengo el menor escrúpulo ni vergüenza en decirlo”.
Santa María
Sobre la creación de Santa María, (ciudad en la que desarrolla la mayor parte de su obra y que refleja rasgos de Buenos Aires, Montevideo, y Rosario de Argentina, sin ser la recreación pura de ninguna de las tres) explicó que fue cuando estaba en Buenos Aires y viajaba permanentemente a Montevideo porque allí estaba su familia: “Yo quería estar en otro lugar que no fuera Buenos Aires ni Montevideo”.
Reconstruir el espejo roto
El escritor Mario Delgado Aparaín moderó la mesa que reunió a los afectos más cercanos de Onetti para que contaran quién es para cada uno esa persona, momento que introdujo mediante esta imagen:
“La vida de una persona es como un espejo roto: todos tenemos un pedacito como para reflejarnos en él, pero nadie tiene una parte tan grande como para tenerlo a él”.
Por lo tanto esa reunión de amigos, tenía el enorme valor de aportar a unos el reflejo del pedacito de imagen que tenían los otros.
Maggi vuelve a hablar de Onetti
El escritor Carlos Maggi, dijo al comenzar que “desde que Onetti falleció no hablé de él en ningún lado (me daba vergüenza ajena al ver que salieron a hablar muchos amigos que no fueron tales). Pero hoy me pareció excepcional y me vine de Montevideo”.
“Compartimos muchos años. Hicimos casi todas cosas divertidas, para bien, y para pasarlo lindo. Venía Onetti los domingos de tarde. Era un conversador fabuloso. Eso de que hablaba poco era cuando no quería hablar”.
“Tenía la imagen de un hombre profundo, silencioso, impenetrable y nocturno. Pero eso no se corresponde con la realidad: eran más caras de timidez. Con Jorge Luis Borges se encontraron por 20 minutos; no dijeron nada; se separaron. Fue el encuentro de dos tímidos. Si hubiera estado aquí, se reiría, incómodo y avergonzado”.
“Onetti fue un maestro para todos nosotros y para mí, porque me enseñó profundamente cuál es la moral de un creador. La literatura no es dinero, fama, poder, nada; la creación se hace como se hace el amor: empieza y termina en la satisfacción que da el hecho de haberlo logrado”. Habló Maggi de un ser incontaminado del creador, de no dejar en su encuadre nada que sea en respuesta a otras apetencias que las de la creación. “¿Para qué? Para nada. Onetti era un ejemplo de otra moral. No me enseñaba literatura; me daba fuerza moral”.
“Todos nos quejamos de que el Estado no estimula, no ayuda; es peor que eso: no trata siquiera como un adversario, es decir un igual contra el cual se pelea. El mundo oficial suprime al mundo de la creación. La política es una actividad de acción directa, de querer modificar la realidad. En cambio el arte es imaginar; darle una fuerza tal a la creación que sea una fuerza activa sobre los demás y si alguien quiere alimentarse de ella que lo haga para ser alguien mejor; para eso se crea, para otra cosa no”.
Por lo tanto “el que quiere crear no precisa nada; si le va mal, mejor”.
Litty Onetti
Litty es hija de Juan Carlos e Isabel (“la holandesa”), quien fue su tercera mujer. No vivió mucho con su padre.
Reconoció que usó varias estrategias a lo largo de su vida. “La primera fue olvidarme de él. Vivía en Buenos Aires y me llegaban noticias de él por Doly, que generosamente venía y era muy bien recibida en mi casa”.
“Luego pasé por una etapa de leerlo y conocerlo, aunque no fue de aproximación todavía”.
“Ahora estoy en la etapa de encuentro y comparto con ustedes el homenaje público y a la vez hago un homenaje privado”.
Observó Litty el nombre de las jornadas y dijo que al saber que se llamarían “Movida Onetti” pensó: “No puede haber una contradicción mayor, para tratarse de un hombre que estuvo 30 años en una cama”. Por eso reflexionó ante la hilaridad de los asistentes: “Es un título marketinero, pero no lo repitan”.
Litty aludió a su maternidad gozosa y se presentó como “una mujer cuatro veces hedionda” en alusión a la visión de Onetti de las mujeres, entre las cuales han sido clasificadas como tales por parte de los críticos aquellas que responden, según el escritor, al “ciego y oscuro deseo de parir un hijo”.
“No sé si haber tomado este lugar de madre con pasión despertó en él el horror o la envidia”.
Dijo que un rasgo de su forma de ser heredado de su padre, es el de decir que sí, “claro que sí”, a lo que le proponen, y después hacer lo que quiere. Ante la invitación a estar en ese lugar no sabía si iba a hacerlo; dijo que sí y estuvo sin embargo. El público le retribuyó con el estallido de su aplauso.
Maggi le contó lo siguiente: “cuando naciste tú, yo también tuve una hija con diferencia de semanas. Y una vez Onetti me mandó una foto tuya con dos años dando vuelta las páginas de un libro y este comentario: ‘Compará la perfecta dexteridad de esta hija con ese engendro que tenés ahí en Montevideo (que es zurda)”.
Doly
Dorotea Muhr, su viuda, tiene un perfil sumamente bajo. Quiso escuchar atentamente todas y cada una de las ponencias de los investigadores de la obra de Juan (como le dice ella) porque entendió que era un homenaje muy valioso y por lo tanto era lo que correspondía.
Recordó la relación de Onetti con los periodistas que querían entrevistarlo. “La gente venía y la mayor parte del tiempo la respuesta era ‘no’. Pero una vez que accedía Juan gozaba esos momentos porque él los reporteaba a ellos. Era el gran reporteador”.
Doly explicó durante la Movida, algo que siempre ha provocado la intriga y la polémica: la dedicatoria de “El astillero” a Luis Batlle Berres. Incluso a la luz de tal dedicatoria se han elaborado teorías interpretativas que han visto a esa novela como una alegoría de un Uruguay en ruinas. Sin embargo, la verdad es mucho más sencilla. Dijo Doly: “Juan siempre quiso dedicarle una obra a Luis Batlle Berres (por razones de amistad personal) y decía: ‘Mientras sea presidente, no puedo’. Por lo tanto cuando dejó, lo hizo”.
No estuvo mucho tiempo en posesión del micrófono y la gente lo entendió. Ella lo pasaba a Maggi especialmente, para que él contara una serie de anécdotas, que le solicitaba puntualmente.
Sí se prestó a la conversación personal, aunque la mayoría de los asistentes prefirieron respetar esas ganas de no ser interrumpida para escuchar atentamente cada una de las ponencias que se sucedían.
Quizá ella, como nadie más, a pesar de ser su viuda, es la que sintió en esos días y la que más siente en forma cotidiana que Onetti no se conjuga en pasado.
Noviembre de 2004
Me guataria haber estado en esa movida , muy buenos comentarios,capaz…me encontraba con Onetti.
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me está gustando mucho…gracias
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