Aquí tienes un excelente sitio para entender el conjunto de ideas sobre la cultura griega de la Antiguëdad que te puedan hacer falta, , y en particular de un capítulo en que vas a encontrar, contextualizados, los conceptos de Moira, hybris, Diké. Se trata del capítulo 2 de Etche, un blog de filosofía.
Mes marzo 2012
Onetti, un narrador del siglo XX
La narrativa de Onetti está profundamente vinculada a las inquietudes de su época, y en particular al radical desamparo del hombre del siglo XX. Onetti concibe a la literatura como una aventura liberadora. Así como el narrador tradicional describía una realidad pre existente, el novelista contemporáneo concibe a la literatura como una actividad imaginativa, un acto de fundación de un mundo autosuficiente, con sentido en sí mismo, a diferencia del narrador del siglo XIX que se dedicaba a describir la realidad.
Con el argentino Jorge Luis Borges y con el uruguayo Juan Carlos Onetti, la narrativa hispanoamericana revela, a fines de la década del 30 una ruptura definitiva con las formas tradicionales de narrar y asume un nuevo modo de creación literaria y de representar la realidad.
La literatura de Onetti, como la del siglo XX en general, tiene entre sus características más salientes la búsqueda de una justificación de la vida misma. Ante el quebranto espiritual y la desolación de una época que abandona la confianza en Dios, la crisis espiritual predominante se ve reflejada en el arte. El ser humano quiere trascender la realidad inmediata pero, perdida la fe en Dios, queda supeditado a la lucha entre sus aspiraciones y sus limitaciones y no logra justificar una vida superflua en un mundo carente de sentido. La literatura del siglo XX refleja la desintegración y el vacío espiritual de una época desprovista de valores establecidos que orienten al hombre en su camino.
Predomina el sentimiento de desamparo en un mundo caótico donde no se encuentra justificación ulterior ni explicación lógica a la vida. Separado de sus raíces religiosas y trascendentes, el ser humano está perdido.
La concepción de la literatura como búsqueda no es novedosa sino que ha existido en todas las épocas y de las más diversas formas (epopeyas, libros de viaje, novelas de aventuras). La diferencia es que en el siglo XX la búsqueda es interior y se le interponen imágenes a menudo indescifrables y episodios incongruentes en un mundo contradictorio.
La trama novelística ya no es la historia de un personaje definido dentro de un mundo definido, sino al contrario, el relato consiste ahora en una sucesión de acontecimientos definidos, aunque eventualmente difíciles de interpretar.
El “yo”, una idea que fue pilar de nuestra civilización, hoy sufre una mutación radical y cuando no corresponde a una imagen inestable y cambiante, se propugna directamente su desaparición.
Se nota en la narrativa del siglo XX (como reflejo de la manera de vivir y sentir de la sociedad) una insistencia en alimentar la ilusión de que la vida tiene una finalidad, y a pesar de que la búsqueda resulta negativa, se persiste en el anhelo de alcanzar una liberación de las miserias humanas; se valora la búsqueda en sí misma aunque no haya resultados positivos, porque eso evita al menos que la conciencia se diluya en la nada.
Para superar la desalentadora realidad, el novelista convierte un mundo imaginario en realidad; crea un mundo propio. Así, Onetti se entregó religiosamente a la creación literaria. Para él, escribir fue una vocación devoradora, ciñéndose a una finalidad estrictamente literaria. Una circunstancia determinada, la rioplatense, sirve de pretexto para la invención de un universo literario en el cual se ilumina, con profunda visión, una problemática eterna y universal: las múltiples dificultades de la existencia.
En los relatos de Onetti permanece constantemente la imagen de un mundo cotidiano pero predomina en él el acto creador por sobre la reproducción pasiva de comportamientos y situaciones observados en la vida misma. Lo suyo no es una evasión de la realidad sino una forma de expresarla más hondamente e indicar su disconformidad con el orden vigente.
Una y otra vez la obra de Onetti revela una consciente e intencional afirmación de la ilusión, la afirmación del arte, el incontenible placer y la necesidad de “mentir” que sienten sus personajes (“llegó la hora feliz de la mentira”, dice el narrador en “La novia robada”), la búsqueda sin fin, hasta que esa búsqueda se convierte en un fin en sí mismo.
Los personajes de su narrativa, como los del siglo XX en general son héroes sin cualidades (al igual que los de Kafka y otros destacados escritores), seres cuya libertad de elección aparece cada vez más limitada. En sus obras, encontramos la visión de un ser humano física y espiritualmente exhausto; proliferan en sus cuentos y novelas seres marginados: rufianes, prostitutas, enfermos, dementes, artistas fracasados. Viven en un abandono total, sin poder integrarse plenamente a la vida. Apenas parodian una existencia activa y normal; el ser absorbido por la máscara.
El desgaste de todo lo temporal no se limita a lo humano sino que incluye a los objetos y así se habla de ventanas con vidrios rotos o directamente sin ellos, manchas de humedad en las paredes, olor a viejo, tuercas y tornillos tirados por las calles, fotos envejecidas y una imagen general de incontenible corrosión. Todo se ve agravado por la falta de sentido de la vida. Dijo una vez: “Gente que yo quiero mucho, va a morirse, sin embargo. Hay algo terrible y permanente en eso”.
Sus relatos giran en torno a personajes en crisis en situaciones límite: sufrimiento, culpabilidad, locura, enfermedades. Ante ello hay dos actitudes presentadas: una es la renuncia o indiferencia total lo que lo lleva a un estado de enajenación o al suicidio y la otra a liberarse mediante la imaginación y vivir en un mundo ilusorio, realizando en él los deseos que han sido frustrados en la realidad cotidiana.
Convertir en victoria las derrotas cotidianas
El privilegio de ser lector, que es mucho más que poder descifrar signos, nos reserva intensos e infinitos festines. Para algunos, si el menú incluye el tema de los sueños y de la locura, el goce está asegurado de antemano; pero si además proviene de una pluma como la de Cervantes, o de una Remington como la de Juan Carlos Onetti, la tentación es mucho más fuerte que cualquier otra cosa.
Y a los lectores nos va pasando que las nuevas lecturas alimentan otras (pues incluso una misma obra, al releerla en distintas etapas de la vida, seguro que ha cambiado). En ocasión de cumplirse los cuatrocientos años desde que el narrador más grande la lengua española publicó la primera parte del “Quijote”, cabe vincular esa novela con el relato de Onetti “La novia robada”: otra magistral representación de la locura, sólo que, en versión femenina y uruguaya.
Imposible escapar de una primera reflexión: ¿qué es quedar loco? ¿qué es la locura? ¿a quiénes llamamos locos?: llamamos locos a todos aquellos que no repiten lo mismo y se empeñan en ser lo que deciden, lo que sueñan, lo que desean, y mostrarlo sin máscaras ante sus cercanos, que no suelen convertirse en ese caso en sus prójimos (próximos), sino muy por el contrario: conjurar el peligro, aislándolos.
Excúseme el lector de este artículo de narrarle (blasfemarle) lo que magistralmente creó Onetti. Simplemente digamos para quien, desprevenidamente, sigue a esta altura interesado en esto que está leyendo, que la protagonista del cuento es Moncha Insaurralde (o Insurralde, pues el narrador deja la duda), una habitante de la ciudad mítica del narrador uruguayo (Santa María), perteneciente a una “buena” familia, que luego de una puta vida en el falansterio de la ciudad, se va a Europa buscando “un cambio de piel”. Mas –obviamente sin conseguirlo, al menos en el sentido convencional—vuelve a su ciudad con el vasco empeño de casarse con Marquitos Bergner, para reconvertirse de prostituta a señora, y siendo ese casamiento la condición necesaria para intentar, al menos, ese cambio, pasa totalmente por alto el hecho de que Marcos hace tiempo ya que había muerto. Por lo tanto Moncha dedica el resto de su vida a casarse: se hace un vestido de novia que se convierte desde entonces en una segunda piel y finalmente en mortaja, cumple metódicamente un nocturno ritual religioso en el jardín amurallado de su casa, que a veces deja para encerrarse en una botica con una pareja homosexual, dando lugar al escándalo (no solamente esto último, obviamente, sino todo lo que hace) entre una comunidad en la que, por entonces, “nada pasaba”.
Hay muchos puntos en común entre “La novia robada” y la genial novela de Cervantes. Por ejemplo, se puede vincular naturalmente el vestido de novia de Moncha con la armadura de Quijote, puesto que como lo dice la sabiduría popular “el hábito hace al monje”, y bien lo saben ambos personajes, pues al empezar a vivir su etapa de locura, han encontrado que lo primero es “caracterizarse”. Y ambos comprenden cabalmente que la caracterización es eso: una máscara; nada importa que no sea real, si el código es el de los sueños. No olvidemos que el casco de Quijote era de cartón, su armadura estaba herrumbrada, su caballo era un rocín y nada le impedía en cambio vivir impactantes aventuras en andas de sus sueños. El vestido de Moncha tampoco es realmente un vestido de novia, porque ella no puede ser novia, pues el novio está muerto, y hasta está muerto el cura que ella vascamente sostiene que es quien la va a casar.
Una con su vestido blanco y el otro con su armadura, salen ambos al exterior, pero no salen de sus mundos: van en una especie de burbuja que les evita la contaminación por la realidad y van cumpliendo así con continuas trasgresiones para burla, compasión, asombro, miedo, por parte de los demás, para hilvanar un destino elegido, sin atender a los recortes que la realidad haya querido interponerles.
Hasta que cometen una última trasgresión: mueren porque así lo deciden y quizá en cumplimiento de la única salida posible y definitiva del mundo que tozudamente insistía en combatir sus infinitos de ensueño. Eligen no contribuir con sus historias al empobrecimiento imaginario de la vida
Estos “locos cuerdos”, estos “dulces locos”, nos abren así la ventana de la alteridad para que los privilegiados lectores disfrutemos de sus elecciones, y nos cuestionan para que pensemos cuál es la verdadera locura: si el camino que ellos eligen o aquel que consiste en pensar que un hombre puede vivir sin fantasía. A Quijote al menos (tanto como a Moncha y a diferencia de los “cuerdos”) la locura lo cura. La fantasía de ambos es capaz de convertir en victoria sus derrotas cotidianas. ¿Puede anhelarse mejor cosa?
Rossana Migliónico Molina
(Publicado en “Brecha”, suplemento especial, 2005)
Quien Onetti es
Colonia del Sacramento se propuso realizar el acontecimiento literario más grande de su historia y lo hizo a través de las Jornadas de Homenaje a Juan Carlos Onetti, en una “Movida” que reunió a unos trescientos participantes de todo el país, Brasil y Argentina, entre los que se contó a investigadores, profesores, lectores, y a parte de la familia del tan destacado narrador uruguayo.
Hay pensamientos que a veces nos resultan manidos y a veces innecesarios porque son muy evidentes: todos los que el lector de esta nota traiga a su memoria de seguir vivo luego de la muerte entran en esa categoría. La presencia de Onetti en esas dos jornadas en Colonia fue más que palpable y la razón es muy simple: no se puede hablar en pasado de alguien que es parte de nuestras lecturas, que nos permite el goce literario, que representa una de las historias epigonales del proceso del pensamiento, la estética literaria y hasta encarna buena parte de los avatares de la vida cívica del Uruguay de las últimas décadas. Eso suficiente decir para justificar el verbo en presente: hablaremos aquí de quien Onetti es.
Amor: relación de sordos
Más allá del análisis intelectual de su obra que fue por cierto muy destacado y que estuvo a cargo de panelistas de la más alta jerarquía internacional, hubo momentos de mayor intensidad, de un contacto personal con el autor.
Uno de ellos fue la proyección de una entrevista periodística que en 1977 le había hecho el periodista Joaquín soler Serrano, en su programa “A fondo” de la Radio y Televisión Española.
Poder apreciar en la pantalla grande su tono pausado, su expresión grave, siempre en intervalos del humo del cigarro, disfrutar de su ironía fina y de esas ocurrencias que lo hacen tan especial, fue sin dudas un momento destacado.
“En la relación amorosa siempre hay uno por lo menos que es sordo… o los dos”, fue uno de sus comentarios que en el arranque mismo de la entrevista provocó la hilaridad general.
El recuerdo de sus padres, de quien el periodista quiso saber cómo eran y qué le habían legado. “Mis padres eran encantadores”. Ella era brasileña y él uruguayo, todo un “gentleman”, que dio junto a su madre un clima de delicadeza al hogar en que se crió y en el cual se respetaba especialmente a la mujer. “Heredé eso de mi padre y un gran sentido de la tolerancia. Mi madre era excelente persona, pero como venía del Sur de Brasil tenía eso de esclavista… yo tenía amistad con negritos de mi barrio y eso a ella no le gustaba mucho”.
Mentir desde la infancia
-“En los primeros años usted era un contador de historias…”
-“Claro… En mi infancia empecé a mentir: venía a casa y contaba aventuras que nunca habían ocurrido ni ocurrirán. Y a los chicos también les contaba mentiras… Y así seguí… mintiendo… Llevé un diario de mi vida donde se acumulaba mentira tras mentira. Historias que me envidiaría Don Juan… ¡Era todo mentira!”.
Los frutos de la espera
Onetti trabajó como periodista. Explicó en la entrevista que cuando se desempeñaba en el diario “Acción”, fue de esta forma que surgió su obra “Para esta noche”:
“Me vinieron a contar algo y me fui de inmediato a escribir ‘Para esta noche’. Por diferencia de horario las noticias llegaban de madrugada y como yo estaba apasionado por las noticias de guerra y había tomado como horario la noche y la madrugada, mientras esperaba que sonara la campanilla de la teletipo, escribía. Ese relato es totalmente faulkneriano y no tengo el menor escrúpulo ni vergüenza en decirlo”.
Santa María
Sobre la creación de Santa María, (ciudad en la que desarrolla la mayor parte de su obra y que refleja rasgos de Buenos Aires, Montevideo, y Rosario de Argentina, sin ser la recreación pura de ninguna de las tres) explicó que fue cuando estaba en Buenos Aires y viajaba permanentemente a Montevideo porque allí estaba su familia: “Yo quería estar en otro lugar que no fuera Buenos Aires ni Montevideo”.
Reconstruir el espejo roto
El escritor Mario Delgado Aparaín moderó la mesa que reunió a los afectos más cercanos de Onetti para que contaran quién es para cada uno esa persona, momento que introdujo mediante esta imagen:
“La vida de una persona es como un espejo roto: todos tenemos un pedacito como para reflejarnos en él, pero nadie tiene una parte tan grande como para tenerlo a él”.
Por lo tanto esa reunión de amigos, tenía el enorme valor de aportar a unos el reflejo del pedacito de imagen que tenían los otros.
Maggi vuelve a hablar de Onetti
El escritor Carlos Maggi, dijo al comenzar que “desde que Onetti falleció no hablé de él en ningún lado (me daba vergüenza ajena al ver que salieron a hablar muchos amigos que no fueron tales). Pero hoy me pareció excepcional y me vine de Montevideo”.
“Compartimos muchos años. Hicimos casi todas cosas divertidas, para bien, y para pasarlo lindo. Venía Onetti los domingos de tarde. Era un conversador fabuloso. Eso de que hablaba poco era cuando no quería hablar”.
“Tenía la imagen de un hombre profundo, silencioso, impenetrable y nocturno. Pero eso no se corresponde con la realidad: eran más caras de timidez. Con Jorge Luis Borges se encontraron por 20 minutos; no dijeron nada; se separaron. Fue el encuentro de dos tímidos. Si hubiera estado aquí, se reiría, incómodo y avergonzado”.
“Onetti fue un maestro para todos nosotros y para mí, porque me enseñó profundamente cuál es la moral de un creador. La literatura no es dinero, fama, poder, nada; la creación se hace como se hace el amor: empieza y termina en la satisfacción que da el hecho de haberlo logrado”. Habló Maggi de un ser incontaminado del creador, de no dejar en su encuadre nada que sea en respuesta a otras apetencias que las de la creación. “¿Para qué? Para nada. Onetti era un ejemplo de otra moral. No me enseñaba literatura; me daba fuerza moral”.
“Todos nos quejamos de que el Estado no estimula, no ayuda; es peor que eso: no trata siquiera como un adversario, es decir un igual contra el cual se pelea. El mundo oficial suprime al mundo de la creación. La política es una actividad de acción directa, de querer modificar la realidad. En cambio el arte es imaginar; darle una fuerza tal a la creación que sea una fuerza activa sobre los demás y si alguien quiere alimentarse de ella que lo haga para ser alguien mejor; para eso se crea, para otra cosa no”.
Por lo tanto “el que quiere crear no precisa nada; si le va mal, mejor”.
Litty Onetti
Litty es hija de Juan Carlos e Isabel (“la holandesa”), quien fue su tercera mujer. No vivió mucho con su padre.
Reconoció que usó varias estrategias a lo largo de su vida. “La primera fue olvidarme de él. Vivía en Buenos Aires y me llegaban noticias de él por Doly, que generosamente venía y era muy bien recibida en mi casa”.
“Luego pasé por una etapa de leerlo y conocerlo, aunque no fue de aproximación todavía”.
“Ahora estoy en la etapa de encuentro y comparto con ustedes el homenaje público y a la vez hago un homenaje privado”.
Observó Litty el nombre de las jornadas y dijo que al saber que se llamarían “Movida Onetti” pensó: “No puede haber una contradicción mayor, para tratarse de un hombre que estuvo 30 años en una cama”. Por eso reflexionó ante la hilaridad de los asistentes: “Es un título marketinero, pero no lo repitan”.
Litty aludió a su maternidad gozosa y se presentó como “una mujer cuatro veces hedionda” en alusión a la visión de Onetti de las mujeres, entre las cuales han sido clasificadas como tales por parte de los críticos aquellas que responden, según el escritor, al “ciego y oscuro deseo de parir un hijo”.
“No sé si haber tomado este lugar de madre con pasión despertó en él el horror o la envidia”.
Dijo que un rasgo de su forma de ser heredado de su padre, es el de decir que sí, “claro que sí”, a lo que le proponen, y después hacer lo que quiere. Ante la invitación a estar en ese lugar no sabía si iba a hacerlo; dijo que sí y estuvo sin embargo. El público le retribuyó con el estallido de su aplauso.
Maggi le contó lo siguiente: “cuando naciste tú, yo también tuve una hija con diferencia de semanas. Y una vez Onetti me mandó una foto tuya con dos años dando vuelta las páginas de un libro y este comentario: ‘Compará la perfecta dexteridad de esta hija con ese engendro que tenés ahí en Montevideo (que es zurda)”.
Doly
Dorotea Muhr, su viuda, tiene un perfil sumamente bajo. Quiso escuchar atentamente todas y cada una de las ponencias de los investigadores de la obra de Juan (como le dice ella) porque entendió que era un homenaje muy valioso y por lo tanto era lo que correspondía.
Recordó la relación de Onetti con los periodistas que querían entrevistarlo. “La gente venía y la mayor parte del tiempo la respuesta era ‘no’. Pero una vez que accedía Juan gozaba esos momentos porque él los reporteaba a ellos. Era el gran reporteador”.
Doly explicó durante la Movida, algo que siempre ha provocado la intriga y la polémica: la dedicatoria de “El astillero” a Luis Batlle Berres. Incluso a la luz de tal dedicatoria se han elaborado teorías interpretativas que han visto a esa novela como una alegoría de un Uruguay en ruinas. Sin embargo, la verdad es mucho más sencilla. Dijo Doly: “Juan siempre quiso dedicarle una obra a Luis Batlle Berres (por razones de amistad personal) y decía: ‘Mientras sea presidente, no puedo’. Por lo tanto cuando dejó, lo hizo”.
No estuvo mucho tiempo en posesión del micrófono y la gente lo entendió. Ella lo pasaba a Maggi especialmente, para que él contara una serie de anécdotas, que le solicitaba puntualmente.
Sí se prestó a la conversación personal, aunque la mayoría de los asistentes prefirieron respetar esas ganas de no ser interrumpida para escuchar atentamente cada una de las ponencias que se sucedían.
Quizá ella, como nadie más, a pesar de ser su viuda, es la que sintió en esos días y la que más siente en forma cotidiana que Onetti no se conjuga en pasado.
Noviembre de 2004
Onetti responde sobre «La novia robada»
Sobre la creación de «La novia robada», Onetti respondió a una entrevista, en mayo de 1970:
«No recuerdo cuándo escribí “La novia robada”. ¿De dónde viene ese cuento? Convendría hablarle de inspiración y trance y medium. Porque cada vez que mi amigo Sherlok Holmes le explicaba deducciones a Watson éste pensaba con desencanto: “Elementary Holmes”. En literatura todo es elementary hasta que se produce una reunión misteriosa que no necesita –ni soporta- más adjetivos. Era una niña muy hermosa que trabajaba o concurría a una embajada en Montevideo. Tuvo novio, se comprometió, hizo un viaje a Europa para comprar encajes, puntillas o lo que sea necesario para un vestido de novia. Cuando volvió, el prometido mostróse renuente. (Perdón: me divierte escribir en gallego y otros galleguean hasta conseguir un gran premio nacional y tal vez, de propina, un gallego joven.)
Cuando supe: -¿Y ahora? Laura Dolores se hará un uniforme de novia para ir a la embajada, para viajar en taxi, para recorrer vidrieras. Era un mal chiste; pero yo lo estuve viendo así. A esto se agrega la historia de una mujer que cincuenta años atrás se paseaba vestida de novia, en noches de luna llena, por el jardín de un caserón de Belgrano (R). En algún momento las cosas se juntaron y tuve que escribir el cuento de un tirón como se escriben todos los cuentos, aunque después se corrija, alargue o suprima».
Publicidad y propaganda (definiciones)
Todos los días, en los distintos ámbitos en que nos desenvolvemos, estamos expuestos a mensajes publicitarios y propagandísticos.
Ahora bien, técnicamente, deberíamos llamar al conjunto de mensajes que recibimos (spots televisivos, anuncios en revistas, cupones, cartas de venta, patrocinio de actividades, llamadas de telemarketing, correos electrónicos, productos de obsequio, catálogos, etc) comunicaciones de mercadotecnia. Entre todas las herramientas que tiene el marketing la publicidad es solamente una de ellas.
Según William Arens, “publicidad es una forma de comunicación no personal, estructurada y compuesta de información, por lo general pagada y de naturaleza persuasiva, sobre productos (bienes, servicios o ideas), por patrocinadores identificados a través de varios medios”.
Para Óscar Pedro Billourou, publicidad “es la técnica de comunicación múltiple que utiliza en forma paga medios de difusión para la obtención de objetivos comerciales predeterminados, a través de la formación, cambio o refuerzo de la actitud de las personas sometidas a su acción”.
Luis Bassat, en tanto, sostiene que “publicidad es… el arte de convencer consumidores”.
Además de analizar estas definiciones, es relevante, al comenzar a estudiar publicidad, aprender a diferenciarla de la propaganda. Este último término viene del latín “propagare” y significa propagar, es decir, que es tanto la acción como el efecto de dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos o compradores.