Hace unas décadas, boliche significaba: “lugar de copas y naipes”, “Establecimiento comercial de poca importancia, que especialmente se dedica al despacho y consumo de bebidas y comestibles”v “Negocio con mostrador, donde se venden bebidas ordinarias y vulgares”.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de los boliches de antes? Nos referimos a un modo de vida. Al lugar donde se socializaba. Un ámbito netamente masculino, en un sociedad conservadora, con roles perfectamente delimitados entre el hombre y la mujer. A esta le cabía el de ama de casa o el de hija y si se preciaba de ser decente, su presencia en el boliche solo se justificaba para ir a buscar a su pareja o a su padre. Diferente ocurría con el varón joven, pues su asistencia al boliche estaba permitida y avalada por el aprendizaje –discutible o no- que implicaba su estancia allí.
El boliche era, por lo tanto, el lugar de encuentro de amigos para pasar un rato hablando, jugando a las cartas o “tomarse una”. Allí se reunía “la barra” o simplemente se entraba de pasada. Los temas sobre los que se hablaban eran variados: el barrio y su gente, mujeres, política, fútbol, el amor, la vida y afines. En el boliche no había jerarquías, se oía a todos y todos recibían la misma atención de los demás. El mostrador aunaba e igualaba a esas personas. Así, el boliche se transforma en un ámbito democrático. La copa, sin entrar en el alcoholismo, es un rito en ese lugar, al igual que el mate.
A lo largo del día el boliche recibía diferentes clientes. Cada uno “paraba”, generalmente a la misma hora, aunque no lo hiciera todos los días. Estaban aquellos que en horas de trabajo se daban una vueltita para tomarse una y seguir y los que terminada su actividad, buscaban el momento de distensión. Así el lugar se puebla de una fauna muy particular, donde algunos se transforman en arquetipos de los asistentes al boliche. No podemos olvidar al bolichero, el dueño del lugar. Estaba el que se quedaba atrás del mostrador controlando y manejando la caja y aquel otro que dejaba el mostrador para mezclarse con sus clientes, sabía lo que consumían, compartía conversaciones y juegos.
Pero ese ambiente despierta también nostalgias, porque ese momento de felicidad, de intercambio entre amigos es un tiempo fuera del tiempo. Ese mundo desaparece al cruzar la puerta, al salir a la realidad y eso ocasiona tristeza. Y cuando ese ambiente se pierde totalmente con el paso del tiempo real, surge la melancolía.
Creo que la mejor forma de definir al boliche, de traerlo a nuestro presente es a través de autores que lo han tomado como tema de su creación. Una aclaración, si bien en Buenos Aires predominaba “el cafetín” y “la taberna”, podemos traer a colación versos tangueros que hacen referencia a ellos, pero que bien pueden aplicarse al boliche.
El boliche uruguayo se inmortalizó a través de Juceca -Julio César Castro –, con humor e ironía. El boliche “El resorte” nace con Don Verídico en 1962, como libretos de radio. Indudablemente, Juceca ha continuado la vertiente de lo que podríamos denominar “narrativa oral”, cultivada por Francisco (Paco) Espínola, José María Obaldía y Juan Capagorry.
Entre los elementos vitales que deben estar en un cuento además de la trama y los personajes, es el punto de vista del cuentista o “cuentero”. Ahí aparece Don Verídico. Salvador Puig dice al respecto: “…no hay que olvidar que en todo tiempo y lugar el autor de los cuentos es ese viejo zafado, ingenuo, contumaz, mentiroso y en ocasiones metafísico”.
Juceca crea a Don Verídico como su alter ego, para poder hablar a través de él. El nombre que le elige, acompañado de “Don”, un tratamiento de respeto en el medio rural, parece querer reafirmar la veracidad de los absurdos que contienen sus historias. Su nombre se contrapone a su actitud, lo presenta paradójicamente, pues es un viejo mentiroso, todo lo que dice es exactamente opuesto a lo que en general se considera verdadero.
Los cuentos, en cada cultura, tienen como objetivo: enseñar, explicar o simplemente entretener, son parte de la tradición oral. La tradición surge de lo popular. Pero en la obra de Juceca es él mismo quien crea la tradición, una tradición “con disparates y exageraciones, pero sin héroes ni grandes leyendas”.
Esta tradición jucequeana, es producto de dos cualidades de este autor: por un lado su observación aguda de la realidad y por otro, su nutrida imaginación que recrea un universo de fantasías. Indudablemente, ha tomado elementos de la realidad, pero los ha puesto al servicio de su imaginación. Ha creado una tradición y un estilo.
El resorte: ¿un boliche como tantos?
A esta pregunta respondería que sí y que no. Si bien tiene características de Pulpería, de boliche rural, “El resorte” tiene puntos de contacto con el boliche tradicional, por ejemplo: tiene sus “habitués”. Este boliche tan singular, reaparece en cada cuento con su “elenco estable”-como lo llama su autor- El Tape Olmedo, La Duvija, el Pardo Santiago, Azulejo Verdoso, Rosadito Verdoso, a los que se suman otros personajes ocasionales con nombres tan insólitos como hilarantes. No nos olvidemos del barcino.
¡¿Qué boliche no tiene gato?! Este animal llega a adquirir en algunos cuentos características humanas.
Todos estos personajes conviven en “El resorte”, pero no disputan el papel protagónico, pues todos son protagonistas.
Otra coincidencia que lo inserta en esa realidad conocida de los boliches y a la que nos referíamos anteriormente es la bebida. “Boliche sin bebida no tengo visto” y ella está muy presente en el vino y la caña que consumen los personajes.
Si bien “El resorte” tiene cosas que lo asemejan a los boliches tradicionales, se separa de ellos en
algunos aspectos. En primer término la presencia de la mujer, a través de La Duvija. El ingreso de lo femenino en un ámbito netamente masculino. No existen por parte de autor o del lector cuestionamientos morales con respecto a ella. La más fiel caracterización de este personaje la hace su creador: “buena amiga, muy buena compañera, toma copas, es muy solidaria, siempre está ahí. Y por lo general se enamora del forastero.[…] Ella es la mujer solidaria, pero al mismo tiempo enamoradiza”
Es ella, en la mayoría de los casos, quien incita a través de una pregunta al recién llegado para que cuente su problema con la intención de ayudar. En segundo término, la otra diferencia se produce por la ausencia de bolichero. Nadie en especial atiende el bar, cualquiera de los que conforman “el elenco estable” dentro de ese boliche acerca las copas, pica el fiambre. No hay una caja registradora, no hay quien cobre, tampoco quien pague. Los personajes consumen en una suerte de lugar mágico, donde todo ya está desde antes y si algo se acaba, por ejemplo el vino, serán los propios personajes quienes se encarguen de reponerlo.
“El resorte”, como lo define su propio creador “Es un boliche medio fantasmal porque no tiene ubicación geográfica permanente. Yo nunca supe si está en la orilla del pueblo, en medio del campo o en el pueblo mismo.”
Esta ausencia de ubicación espacial y temporal precisa, universaliza a este boliche. El Resorte es un boliche que surge de la imaginación de Juceca, para su creación se ha basado en su conocimiento de la realidad: “yo mismo -dice Juceca- soy un tipo de mostrador”.
“El resorte”, pero a su vez tiene un poco de todos los boliches del interior y también de ese Montevideo de los 60 y 70. Tiene el mostrador, los tipos humanos que lo pueblan, en fin, es el espacio, donde se resuelven todos los problemas con la sabiduría de boliche.
Algo más lo acerca a lo tradicional. Es que “El resorte” a pesar de no tener una ubicación física concreta, está allí. Será el lugar de referencia para los otros personajes cuando: precisen algo, tengan que resolver un asunto o simplemente recibir un consejo, aunque este sea disparatado y absurdo. Impera la igualdad y la solidaridad, más allá de la broma. Todos opinan y todos son escuchados. El ámbito democrático se instala desde el mostrador, símbolo esencial, que se transforma en “un murallón, donde van a atracar las naves”.
Su autor lo define como un boliche triste, donde nunca ocurre nada y esto en cierta forma es verdad, es como si el tiempo en ese espacio se repitiera monótonamente, la rutina pueblerina pesa sobre estos personajes. Nada acontece allí adentro. No hay mucho para hacer, el aburrimiento de los personajes se transmite a través de sus haceres: el Tape Olmedo saca punta a un palito o friega un corcho contra la botella, la Duvija acaricia al barcino, este se despereza o duerme en la punta del mostrador y el Pardo Santiago mira el vaso de vino con un ojo cerrado. Sin embargo, ese tiempo que parece detenido en su misma reiteración dentro del boliche, se pone en marcha por la intempestiva presencia de alguien que busca protección o consejo en el boliche. La complicación, la acción entra de afuera, aparece el desconocido que los va a sacudir de la inercia en la que se encuentran. De por sí, ese nuevo personaje, diferente a los de siempre, ya implica una novedad. Así se genera una antítesis entre la monotonía interior y el dinamismo exterior que termina irrumpiendo, rompiendo la rutina y contagiando a los presentes de actividad. Es allí cuando ese espacio deviene en mundo mágico.
Personajes y espacios
En cuanto al espacio, si bien no hay una ubicación geográfica, tampoco se hace necesaria. A través de los personajes y la puntualización de algunos elementos “un rancho, el monte, una laguna, una isla de ucalitos,” logra crear el ambiente, el que se nos hace reconocible porque se enraíza en nuestra realidad, la del Interior del país.
La descripción de paisajes y los elementos u objetos que crean la escenografía de lo rural -cachimba, totora, caballo, palenque- solo se hacen presentes si son esenciales para la historia o para crear lo absurdo. El ámbito campero se va formando a través de estas escasas referencias y por la alusión a juegos -truco, bochas, taba- o comidas -puchero, asado– a la superstición y lo folclórico -la luz mala, fantasma, lobisón.-.
Con respecto a “El resorte”, lo que siempre está presente es el mostrador, pero se describen otros objetos, algunos propios del boliche rural: mesa, sillas, fardos, etc. Es común que cuando un personaje entra al boliche, el narrador describa el lugar desde la mirada del recién llegado, es como si nosotros, lectores, entráramos con él.
Hablamos de un ámbito rural, pero hay que aclarar que Juceca era montevideano y toda su experiencia del campo se resumía a sus estadías, de niño, en la casa de un tío, la que quedaba ubicada en Estación Atlántida. En esas temporadas prestó atención a la realidad de ese medio y fundamentalmente demostró ser un excelente observador del hombre. Supo pintar en sus cuentos al hombre de campo, con su idiosincrasia y costumbres; con su accionar frente a la realidad que es diferente al hombre urbano; con la parquedad característica del paisano que queda impresa en sus participaciones, así como en el diálogo que se estructura de manera muy simple.
La mujer tiene el perfil de la mujer rural, e encuentra sometida a un ámbito machista. Su lugar es en la casa y debe obediencia a su marido. Pero aún así las mujeres tiene sus veleidades: son respondonas, charlatanas, mandonas, deciden irse con otro y sus maridos pasan, muchas veces, por alto sus acciones inoportunas, por amor o simplemente porque algo intrascendente, pero más importante para ellos, los distrae y dejan pasar la situación.
Recorren sus cuentos seres que, con su diverso bagaje cultural y bajo el lente del absurdo, remedan y amplían las características de lo humano: la solterona, la viuda, el que tiene un oficio y se destaca en él, el fóbico, el celoso, el solitario, el sonámbulo, el cansado…
Los personajes van a ser el eje de sus historias, el resto importa poco. Son seres comunes y los muestra en situaciones cotidianas, a las que no es necesario adornar. Interesan en sí mismos, de ellos deviene la importancia de la situación en la que se ven envueltos. Pero no se profundiza en su personalidad. Están apenas delineados. No hay un trabajo psicológico ni siquiera existe una
descripción física, desconocemos, en este aspecto, todo lo referente a ellos. Salvador Puig ha dicho que lo caricaturesco, en los cuentos de Don Verídico, se extiende sobre los objetos, animales y personajes. A estos últimos “se le extirpan seriedad, acidez y afán moralizante.”
La vida del “elenco estable” se desenvuelve en el boliche, fuera de él no existen. El boliche es la Duvija, el tape Olmedo, y todos los habitués.
Esa ausencia de complejidad psicológica, los hace simples. Están libres de cualquier maldad o sospecha sobre lo que dicen. Su curiosidad es sana, no hay malicia, las bromas son diabluras y no convocan al enojo, aunque muchas veces esas bromas superen la lógica. No hay reacciones violentas por parte de estos seres frente a la suerte que les ha deparado el destino y en muchos casos tampoco sorpresa. Cuando el personaje se ve enfrentado a una situación que lo supera, que no entiende, busca las respuestas o consejos en “El resorte”. Se dirige allí con una tranquilidad pasmosa o con la rapidez del que viene huyendo o asustado.
El que entra al boliche puede ser conocido o forastero, en este último caso genera mayor expectativa y misterio. El forastero recibe un trato especial en la obra de Juceca, genera cierta desconfianza. Es un personaje sobre el que se cuestionaba el propio autor, cuestionamiento que pasa a sus personajes, como por ejemplo cuando el Pardo Santiago pregunta absurdamente “¿Cuánto tiempo necesita un crestiano para dejar de ser forastero, cosa de perderle el rispeto?”
Los protagonistas de los cuentos de Juceca son seres con sentimientos. Estos afloran ante situaciones tanto absurdas como lógicas para el discurrir de la historia. Dejan traslucir su sentir a través de palabras o gestos, en especial La Duvija por ser mujer. Pero los hombres no quedan fuera de esta exteriorización. Las emociones pueden ser provocadas por una situación, por una persona o por objetos. Los nombres de los personajes son desopilantes, surrealistas y ya de por sí generan humor. Hay algunos más logrados que otros, en especial aquellos en que el autor juega con las palabras creando el absurdo en el significado final del enunciado. Otras veces el juego de palabras y el humor surge de la descripción de su filiación. “Al que ha visto helicóptero no hay volátil que lo impresione. Pechito Molar: hijo del viejo Molar que nació en La Boca.”
En algunos cuentos los personajes no son personas. Las cosas inanimadas o abstractas como el frío adoptan el protagonismo de la acción. Los personajes jucequeanos son peculiares, pero reconocibles, se insertan en el Interior de nuestro país. Son “Pequeños y extraños seres que construyen sus vidas en un paraje sin nombre, en un pueblo innominado, quizás porque representa a todos los pueblos, o quizás, simplemente, porque son los olvidados. Su único punto de referencia es el boliche “El resorte”.
La singularidad del mundo narrativo jucequeano está dada por la visión absurda que se proyecta sobre él. Juceca ha captado la esencia del paisano y la muestra desde la perspectiva del humor.
FUENTE: Este texto es un fragmento de la ponencia de Alicia Curbelo «Una aproximación a la obra de Julio César Castro». Versión completa en: http://www.aplu.org.uy/varios/PONENCIAS.pdf
Se fumigan virus a domicilio.
Hombre que supo quedar afónico de la parte de la garganta de la voz humana, fue un tal Franelo Frenillo. Hombre malo, enojoso, camorrero y ligero para el grito destemplado y mandón.
Casado supo estar, con Semejanta Tajante, muy dada a la lectura ella, que gustaba tomar sopa de letras pa formar poemas en el borde del plato y recitarlos de sobremesa. Un plomo.
Y una vuelta que estaba armando un verso de lo más romántico y ridículo, acertó a pasar un tal Moquete Gofio, y va y le sacude el plato y le entrevera el pensamiento trabajosamente escrito letrita por letrita en la orilla de loza.
Derrumbóse la poeta orillera. Desalentóse. Sintió que la vida era un insulto. Deprimióse. Lloró sobre su plato, y la sopa aguachentóse.
El marido, enteróse. Malo era Franelo Frenillo, lo dijimos ya, y ligero para el grito. Persiguió a Moquete Gofio y le quiso gritar su furia, pero el grito se trabó en su garguero, se le ahorcó en sus cuerdas vocales, y frustrósele.
No hay cosa más peligrosa que un camorrero afónico, y eso era entonces Franelo Frenillo, el enojoso. Cuando llegó al boliche El Resorte a comprar pastillas, entró y se acodó sin saludar. Lo miraron mal, porque el que llega saluda o es un grosero y allí estaba la Duvija, y se la notó molesta. El fumigador, de avioneta atada al palenque, le hizo una guiñada y ella se olvidó del mal educadito.
Franelo Frenillo aprovechó el polvo que había en una punta del mostrador, y con el dedo escribió: “Pastilla de ucalito, ¿hay?”.
Fue Azulejo Verdoso el que le escribió abajo: “Pastilla no, pero ucalito tenemo un monte ahí nomás”.
Volvió Franelo con su dedo escritor y dejó dicho: “Háblenme, bobetas, que estoy afónico pero no soy sordo”.
Le hablaron todos. Aquello era un escándalo porque quien más quien menos le quería dar un consejo para curarlo de la garganta, un remedio casero, una dirección de médico, de curandera y hasta de empresa fúnebre por si se empeoraba. Alguien comentó que habría que tener cuidado no fuera cosa que el hombre tuviera el virus, y el de la avioneta, comedido, se le ofreció pa fumigarlo. Fue el tape Olmedo el que le hizo abrir la boca y se le asomó con un gargarescopio, y lo mira así, en lo profundo de la garganta, y le ve aquello y comenta.
– Tiene un grito trabado entre dos cuerdas, una vocal y la otra consonante. Hay que darle vino del especial.
Alguien fue y trajo un vinito de la casa añejado a fuerza de darle disgustos, porque los disgustos envejecen.
Se le aflojaron las cuerdas, zafó el grito, y salió con tanta fuerza y enojo, que la mortadela que colgaba del techo quedó chicoteando de un lau pal otro. Al verla, el barcino le saltó, se le prendió, y en aquel ir y venir, se hamacaba y se hamacaba.
Juseca.
Por el tabaco y la yerba.
Climático Vitrolo supo ser confianzudo hasta demás. Un hombre, Climático, que usté un suponer lo invitaba a tomar asiento y él se le acostaba en el catre y pedía que le armaran el cigarro porque al estar horizontal -decía-, le caía el polvillo del tabaco en los ojos.
– Pa evitarle el polvillo al tabaco, lo mejor es la hoja de la morera en el paquete.
– Un hombre Climático, tan confianzudo, que si usté un suponer lo invitaba con un mate, él tomaba y se guardaba la bombilla en el bolsillo del chaleco.
Después le asomaba como si fuera una birome.
– Si la usa con los agujeritos para arriba, la bombilla le luce como micrófono y es la envidia en donde caiga.
– Un hombre, Climático, que si usté un suponer le presentaba a su señora mujer, esposa propia y documentada, él se la pedía prestada por un par de días con la palabra de honor de devolver en perfectas condiciones, y puesta en la puerta de su casa sin cargo.
Hasta que se casó con Peripecia Vistita, y a ella se le antojó tener ropero porque Climático carecía. Había sido siempre hombre de colgar en clavo, en la paré, y lo más parecido a ropero que había tenido era fiambrera de tejido fino para colgar a ventilar las alpargatas y evitar la mosca.
Como no era hombre de ropero, climático fue hasta el boliche El Resorte y allí después de aburrir con algunos comentarios sobre política, acaparó la atención con la cuestión del ropero. ¿Carece?, le preguntaron, y el hombre, avergonzado, pero con tono de disculpa dijo: -“Me dejé estar”. Fue la Duvija la que opinó que para dejarse estar conviene más el catre, porque el ropero es más para dejar la guitarra, un suponer, o para esconderse en casos de suma peligrosidá, dijo la Duvija.
Pero el que se le acercó fue el tape Olmedo, mamau por unanimidá, y lo miró a las vistas y fue y le dijo, le dice:
– Un hombre sin ropero, es como una discordancia sin fundamento.
Hubo un silencio que por lo largo fue como dos silencios. Al rostro de Climático se le apreció un aumento en el color de la vergüenza. Era la primera vez que le apreciaban algo, y en el fondo le gustó.
La cosa fue que después de destapar una damajuana de tinto se resolvió salir a buscar ropero, y fueron catorce en un carro y entraron a un rancho, sin golpear manos ni nada, y cargaron ropero y le llevaron ropero a Climático para que conformara el capricho de su mujer, que para eso están los amigos y los boliches, dijo alguien en un rincón.
Para la medianoche se lo pusieron en la pieza a la mujer dormida, y se volvieron a festejar al Resorte, y cuando Climático regresó, con el sol bajo pero allí, entró al rancho y vio salir a un vecino del ropero. Hubo que hacer mucho trámite, para convencer a Climático de que el vecino ya venía desde antes en el bendito ropero. Entre mate y prosa, el otro arregló para mantenerles el jardín y la huertita por el tabaco y la yerba. Resultó buena gente el hombre.
Juceca.
El casamiento.
Fiesta que supo ser una hermosura, fue la que organizó Gultural Mollejo casado con Masculina Sandera, mujer mas divertida que borracho en fiesta de la vendimia, vivía a las carcajadas limpias, en las fiestas la contrataban y en los velorios la prohibían.
El bailongo se armó porque al viejo Gutural se le casaban las dos hijas y las dos mellizas, la Keka y la Kika, eran tan igualitas que nunca se supo cual de las dos era la melliza.
Se casaron con los hermanos Rosquete, Botico y Tiscornio, hijos del viejo Rosquete y mellizos los dos, que el viejo fue declarado difunto el día que entregó el apellido, el padre de las muchachas queria tirar la casa por la ventana de la alegría que tenía, pero la mujer no lo dejó que la tirara porque la presisaba para la fiesta, además que para tirar la casa por la ventana es un lío porque el ropero no pasa.
Para la fiesta vino gente desde muy lejos, del boliche “El Resorte” llegaron catorce en un carro (sin contar el gato barcino), con damajuanas de vino por las dudas que quedara corto el beberaje, la Dubija hizo unas tortas fritas y encima les puso dulce de leche, con un palito la Dubija le escribió “Sean felice los consorte, les deseamo del Resorte”.
Llegaron también el Tape Olmedo, Rosadito Verdoso, Azulejo Verdoso, Cristalino Panviejo, el pardo Santiago, Erótico Fallido, Sumamente Simposio, Opositor Benigno, un agrimensor que había perdido el teodolito y lloraba, y otra caterva de gente sin nombre ni gollete.
Un lujo e’ fiesta!
En lugar de músicos habia una vitrola, eso sí, un solo disco, lo ponían hasta de costado, el que se encargaba de la música era el negro Blanco, y uste’ se preguntará si era negro o blanco; era negro y de apellido blanco, que va ser’, ya habia llegado condimentado del boliche y estaba mamado hasta las motas, en un momento le estaba dando manija a la vitrola y no le andaba, entonces uno le gritó, si no le arranca tirelé la toma de aire!
Casi se arma lío porque el negro Blanco era de pocas pulgas.
Una curda, que pa embocar el disco en el aujerito había que darle una mano. Eso sí, negro de respeto. Cada vez que una vieja se iba a sentar él le sacaba la silla, pero sin reírsele en la cara. Se iba a reír al fondo.
Pero el relajo se armó de verdad a la madrugada cuando el Pardo Santiago se cansó de escuchar el mismo disco y puso una torta frita, cuando aquello empezó a dar vueltas mire, empezó a tirar dulce de leche para todos lados, nunca se había visto torta frita en 78 revoluciones, los melizos Botico y Tiscornio confundían a la Keka con la Kika, entre la lluvia de dulce de leche en 78′ fijesé, todo el mundo era un pegote, el que no se sacaba una plasta de dulce de un ojo, se la sacaba de un talón y en lugar de casamiento parecía el festival de la mosca, en un momento uno pegó una patinada… que encontró la puerta abierta y fue a parar al patio, que hasta que no se reventó contra un árbol no paró.
El Pardo Santiago a las risas!
El Tape Olmedo con la damajuana, con el dulce el negro Blanco aprovechó pa peinarse de raya al medio y pelo lacio, la Dubija entusiasmada, cuando se terminaba una torta, anunciaba la otra y la ponía en la vitrola, los novios, Botico agarró a la Kika y Tiscornio a la Keka, pero la Keka dijo que era la Kika y la Kika que era la Keka, se armó un engrudo que el padre de las muchachas pegó el grito: ALTO AHI !
Cada cual a su sitio y vamo a empezar de nuevo!, cuando el negro Blanco escuchó que iban a empezar de nuevo, agarró y puso otra torta frita en la vitrola, menos mal que tenía poca cuerda y que apenas salpicó a los que estaban cerca.
Después el negro Blanco se paseaba con el disco 78 y protestaba porque le había tocau una torta quemada. Cuando se terminaron las tortas fritas, la Duvija, muy entusiasmada, puso la torta de casamiento en la vitrola y se desparramó pa los cuatro costados.
En un rincón , mamau por unanimidá, el tape Olmedo comentaba:
-No hay criterio pa nada. ¡ Mire si son maneras de servir la torta de casamiento!
Juceca.
Redactar una opinión sobre todos lo cuentos que se conocieron de no más de cien palabras.
Me gusta la forma de hablar de don Verídico que es inimitable, los cuentos ridículos, ilógicos, campestres, y la manera especial de relatarlos.
Lo desenvuelto y gracioso que es y que todos sus personajes que son seres con sentimientos, simples, rurales, comunes, sin maldad y le creen todo lo que cuenta y se ríen con sus disparates y exageraciones.- También me agrada el lugar donde ocurren casi todos los hechos: «EL BOLICHE» y su elenco estable con nombres y sobrenombres que son graciosos y dan risas.-
Nombres graciosos, son para mí:
MASCULINA SENDERA
NEGRO BLANCO (porque era negro y BLANCO de apellido)
Pamela Martínez Gay Balmáz.
Clase : 4to 3
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*El bagre ganó la puerta y salió rumbo al arroyo
Hombre que supo ser llevadero, aura que dijo, fue un tal Anular Gandúl, el casau con Apócrifa Visual, hija del viejo Visaul, que eran tres: Fallutita, Mentirola, y la tal Apócrifa, que con Anular se conocieron en el velorio de Palangano Mocheto, que tuvo la muerte del terrón de azúcar porque murió en un café. Eso en los tiempos del azúcar en terrón, que no había que sacudirlo como ahora con el sobrecito, que es un peligro porque uno se descuida por mirar la rubia que pasa, y capaz que le pega al pocillo, salta el pocillo, salpica a una vieja y con la cucharita que sale como chijete le saca un ojo a un señor, cosa que no peligraba con el terrón.
Y Anular salió llevadero de llevar. Ligero de mano pal agarre con disimulo. En las fiestas era un despiporre, y si lo descuidaba, se metía media torta de frutilla abajo del poncho. Y como le digo frutilla, le digo chantillí. Y una vuelta iba como bobiando por la orilla de un arroyo cuando justo va un pescador y engancha un bruto bagre, lo tira pa atrás, así, el bicho cae entre los pastos, y va Anular Gandúl y lo levanta, y se lo mete en la camisa y sigue caminando mientras el otro, como un abombau, buscaba el bagre entre los yuyos.
Anular Gandúl llegó al boliche El Resorte con el bagre abajo e la camisa, saludó, se acodó, y antes de que pidiera nada, el gato barcino, que estaba en aquella punta del mostrador, lo miró fijo, le clavó las vistas en la camisa, y a lo que vio algo que se movía se le acercó, el gato, y va y le siente olor a pescado. Fue olerlo, y allí mismito se agazapó, pronto pa saltarle.
Ahí el hombre se sintió molesto porque una aleta del bagre le rascaba el costillar, se abrió la camisa, y saltó el bicho pal mostrador. A lo que lo vio, el gato le bufó de lomo arqueado. Se ve que el bagre algo malició, porque con la misma ganó la puerta y salió campo afuera en dirección pal arroyo. Y atrás el gato. A los saltos, con apoyo en la cola, el bagre era asunto serio pa la disparada, pero el barcino lo llevaba cortito. Llegó el pescado al borde del arroyo con la idea de zambullirse lo antes posible, pero no le dio el resuello y quedó allí, en la orilla nomás, viendo como el felino se le acercaba con aquellas malvadas intenciones. Pero algo le dio al barcino, como un sentimiento le dio, y en lugar de saltarle arriba con las garras, lo empujó suavecito con una pata y lo hizo caer al agua. !Una fiesta aquel bagre!. Saltaba y hacía piruetas en el aire, lo mismo que un delfín, pero con bigote. Después, cada tanto, cuando llovía y la seguidilla de charcos facilitaba la cosa, el bagre se iba hasta El Resorte, se asomaba a la ventana, y lo saludaba al barcino, de puro agradecido nomás.
Impresionar al contrario
Asunto serio fue cuando llegó un forastero al boliche El Resorte, pa desafiar. Era un flaco medio compadrón, de los que desafían con la mirada nomás, con la manera de entrar, con la forma de llevar el pucho entre los labios del hocico. Y entró y fue y se acodó al mostrador. Al acodarse pegó un gritito, porque al apoyar se golpeó el hueso del codo y le dio eletricidá por el nervio. Se repuso con un carraspeo, y fue y dijo, dice:
– Caballeros, vengo del boliche La Tapita, pa desafiar a lo que sea porque allí somos todos guapos y nos estamos achanchando por falta de ejercicio. Ustedes dirán si se animan.
Hubo un silencio profundo, quieto pero tenso, total. Un silencio tan bonito que daba no sé qué romperlo. Era como un jarrón chino.
Y un redepente, Azulejo Verdoso agarró una silla, la puso arriba de una mesa, se sentó al revés y se hizo el dormido que estaba soñando algo gracioso, y se reía. La gente del Resorte, que lo tenía bien calado, se dio cuenta que hacía eso pa impresionar al contrario. El de La Tapita pidió una caña y se los quedó mirando, en redondo y a las vistas, como esperando que le contestaran. Fue cuando el tape Olmedo le pegó una trompada a la mortadela que colgaba del techo y la dejó chicotiando. Después se quitó una alpargata y la clavó con el cuchillo contra un postigo y la salivó. Cualquiera que lo conociera, sabía que aquello era pa impresionar al contrario. El de La tapita ya se mostraba nervioso, cuando el gato barcino corrió por el mostrador, dio una voltereta en el aire, picó en una mesa y fue a dar a las bolsas de afrechillo, ladró, y volvió a saltar pa caer paradito en dos patas, la delantera izquierda y la derecha trasera, bien plantado y sin un desequilibrio. Era un hecho que el barcino, con ese instinto que tiene el felino, trataba de impresionar al contrario.
El de La Tapita casi se marea con tanta pirueta, pero se repuso, se mandó la caña al buche de un solo saque, acomodó la voz pa gritar, y en eso la Duvija le bajó el hacha a un queso duro varias veces seguidas, y mientras saltaban las astillas del queso y se diban a clavar contra el techo, ella tarareaba la marcha Tres Arboles en tiempo de cumbia. Antes de que el desafiante tuviera tiempo de nada, Rosadito Verdoso dijo:
– Cuando lo bueno es mucho, puede ser peor que cuando lo malo es poco, pero también el monte sabe del arrullo de la torcaza mientras que el hombre que vive solito aprende a pegarse sus botones.
Entonces el de La tapita, adivinando que en todo aquella locura había una intención, peló el facón que relumbró en el aire, se puso en posición de ataque, y fue un desparramo de gente que se atropellaban buscando puerta pa disparar.
Después, cuando le preguntaron al tape por qué la gente del Resorte se había dado a la fuga, dijo que fue pa impresionar al contrario. Quedaron dudas.
UNO CON RUEDAS
Pero más enamorau de las ruedas que Anilino Adulto, difícilmente.
Hombre muy capacitau pa los inventos, a todo le encajaba ruedas.
Al brasero, al banquito pa tomar mate, cosa de cebarle a las visitas sin tener que levantarse, al de ordeñar, a la mesa, a los pollos y al catre.
Cuidadoso pa dormir la siesta, si alguien le golpeaba la puerta él afirmaba una pata contra la paré y sin bajarse del catre iba a ver quién era.
Si no era gente de hacer pasar, atendía, cerraba, afirmaba la pata en la puerta y se volvía rodando pa su rincón.
Una noche en un baile, conoció a Bobelina Mocheta. Un lujo e baile. Piso de porlan lustrau, pa poder reventar las pulgas contra el suelo con el talón.
Acordeona, guitarra, peine con hojilla, cucharas soperas y tamboril.
Vino tinto y clericó, pa tirar pa arriba.
El indiaje estaba sacudiendo el aspeto de la persona con una polca, cuando llegó Anilino Adulto.
Lo primero que hizo fue tirar dos puñados de bolitas en la pista, cosa que la gente bailara como si tuviera rueditas.
¡Fue el desparramo del genterío!
Se desarmaron las parejas y todo el mundo manotiaba en el aire y se abrazaban a cualquiera, y allá iban a rebotar contra las paredes y volvían pal medio, y arrancaban con una bolita pa allá y otra bolita los traía pa acá y se pechaban como cascarudo contra el farol ¡y era el griterío de las viejas nomás!
Ahí conoció a Bobelina.
La china había calzau una bolita con el talón, y pa que no se reventara contra la paré Anilino la desvió pal lau de los musiqueros.
El del peine con hojilla se tragó el peine pero salvó la hojilla.
Manotón va, bolita viene, Anilino quedó enamorau hasta las muelas y la china similar.
Pa casarse el hombre puso una condición:
-¡Rancho con ruedas!¿Agarra?
– Lo que usté mande, mi gaucho- dijo ella sin un criterio pa nada.
Se hizo un rancho con ruedas que era una preciosidá de bonito. Venía gente de lejos pa verlo.
Cuando apretaba el sol, lo corría pal lau de los ucalitos.
Cuando quería pescar, lo llevaba pal lau del arroyo.
Cuando no quería recibir visitas lo escondía atrás del galpón de los zapallos.
Pero un día se levantó bruto temporal, y Anilino se olvidó de calzar el rancho con unas piedras.
El hombre taba fumando en el catre y la mujer haciendo tortas fritas, cuando el rancho sacudido por el viento salió rodando en una bajadita.
Sin bajarse, Anilino miró pa fuera por una rendija y después le dijo a su mujer:
– Parece que vamo a conocer mundo, si Dios quiere y no chocamos.
El rancho a una velocidá infinita, el hombre fumando en el catre y la mujer haciendo tortas fritas.
En una vuelta el rancho agarró un pozo, se le abrió la puerta, se inclinó, y Anilino salió rodando en el catre pa fuera. Los dos a toda velocidá.
El rancho adelante, con la mujer haciendo tortas fritas, y el catre atrás, con el marido fumando.
Cuando pasaron frente al boliche El Resorte, el tape Olmedo muy mamau taba mirando por la ventana y comentó:
– Parece mentira señor; no hay un criterio pa nada.
Que una mujer se vaya del rancho, vaya y pase… pero que se le vaya con el rancho, no tenía visto.
Bajó medio vaso de vino, miró otra vez pa fuera y agregó:
– Y menos tenía visto que el marido la persiguiera en catre.
*Los nombres que nos resultaron graciosos son: “Fallutita” y “Bobelina Mocheta”
Los dichos que nos resultaron graciosos son:”Mas enamorau de las ruedas que Anillino adulto” y “Ligero de mano pal agarre con disimulo”
* Los cuentos que mas nos gustaron fueron;”El bagre ganò la puerta y saliò rumbo al arroyo”,”El perro pintado” y”Pollo ecològico”. En general nos despertaron humor todos los cuentos,también algunos nombres de los personajes, dichos y situaciones. Algunos eran difíciles de imaginar, pero a la vez divertidos, otros no tanto porque eran exagerados y presentaban situaciones poco comunes.Lo que tenían en común era “El boliche el resorte” (lugar donde se reunían amigos para charlar, jugar a las cartas, ”tomarse una”,etc). En sí fue muy divertido leer y escuchar cuentos de Don Verídico, porque todos tenían distintas formas de expresión.
Carolina Cano, Lucìa Flores
4to 3 – Colegio y liceo Nuestra Señora del Huerto.
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1) Aquí se pueden escuchar cuentos de Don Verídico:
http://www.youtube.com/watch?v=5TwYfoG9tW4 El chancho volador
http://www.youtube.com/watch?v=OVVWvo1kTag La jirafa
http://www.youtube.com/watch?v=hDnJSxmZX2g Caballo contra el viento
2) los nombres que me parecen graciosos son Peripecio Menudo y Rosarito Verdoso
Y las expresiones cuando dice en «el chancho volador»: Hombre más bobo que agarraba el martillo con 2 manos. También cuando dice en «el caballo contra el viento»: Que volaban botas viejas ropa y todo tipos de cosas volaban al lado del caballito y él firme nomás».
3) Mi opinión sobre los cuentos es que me parecieron graciosos de la forma que los dice Don Verídico. Cada cuento tiene cosas imaginarias como el chancho que quería volar o el caballo que el viento no podía con él. Cada cuento me pareció gracioso divertido entretenido con nombres muy graciosos y sobre todo me pareció gracioso y divertido todo lo que pasaba en el boliche el resorte, un boliche que lo atienda quien quería, que no se pagaba, que nunca se acababan las cosas para tomar, etc
Fernando Elizondo Liceo: Huerto 4°3
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DE COMO SE ESCAPÓ PRUDENCIO
A un tal Voluntario Moroso, le robaron el chancho de arriba del ropero. Lo tenía arriba porque adentro del
ropero guardaba la guitarra y de noche el chancho se rascaba el lomo contra el encordado y no dejaba
dormir. Por eso lo sacó y lo subió. Según decía Voluntario, aquel porcino era muy sensible y no se
aguantaba la noche en el chiquero porque le daba miedo. Cualquier abombau sabe que chancho con miedo no
engorda porque tiembla mucho y pierde peso en los jamones. Por eso, de noche lo metía en el rancho y lo
subía al ropero. Con todo, el hombre le tenía que conversar hasta que se durmiera, le contaba cuentos de
«Los Tres Chanchitos», le recitaba poemas, le cantaba canciones de cuna y le dejaba el farol prendido con
la mecha bajita. Prudencio se llamaba el chancho. Y una noche, van y le roban el chancho de arriba del
ropero. Allá por la madrugada, el hombre escuchó unos gruñidos, pero creyó que era la mujer roncando y no
le dio importancia. La mujer roncaba feo, sí señor. La cosa fue que pa la mañana, va el hombre a buscar el
chancho y el chancho no estaba. Se fijó atrás del ropero por si dormido se había refalado, y minga de
chancho. Se fija abajo del ropero y ni noticias del chancho. Revisa adentro del ropero por las dudas se
hubiera metido, y ni el olor al chancho. Lo llamó por su nombre Prudencio. ¿Usté contestó?. El chancho
tampoco. Ahí se dio cuenta de que le habían robado el chancho. Se pasó la mañana solito tomando mate en la
cocina mientras la mujer, con los ronquidos desde la pieza, le recordaba al chancho. Le rodaba un lagrimón
y pensaba: «Si uno es capaz de extrañar a una mujer que se le va, cómo no va a extrañar a un chancho, que
el chancho no discute ni reprocha ni dice mirá si son horas de llegar «. Pa la tardecita salió a preguntar
por Prudencio a los vecinos, y se enteró que había sido visto pasar con rumbo al boliche El Resorte. Cuando
Voluntario llegó al boliche, dentró, saludó, y allí estaba el chancho. Acostumbrado a dormir arriba del
ropero, descansaba subido al mostrador, junto al barcino. En un rincón, Azulejo Verdoso afilaba semejante
cuchillo en una piedra. Cuando
Voluntario se marchó con su porcino bajo el brazo, el tape Olmedo comentó:
Otra vez será.
Y dejó de limpiar la parrilla.
LA MUJER
Hombre enamorau de los colores, aura que dice, Nostálgico Amano.
Pa ver la salida del sol antes de que empezara a salir, se trepaba a la punta de un ucalito con brasero y mate.
A ocasiones los pájaros lo picotiaban todito porque les enllenaba los nidos de humo.
Cuando el sol dentraba a coloriar por el filo de una lomita. Nostálgico Amano solía desplomarse contra el suelo de la emoción.
Pa no tener que estarlo levantando todas las mañanas, la mujer, Hermética No, dos por tres subía y lo ataba de una rama.
Un día, de mientras Nostálgico estaba atado, mirando al sol ya pintón, ella aprovechó pa dirse con un tropero.
Como a los tres días lo desató un vecino.
Nostálgico Amano quedó como ido.
Enamorau de los colores, eso sí, pero en gris.
Una güelta, en el boliche El Resorte lo quisieron agarrar pal chorrete en la cuestión de los colores.
Taban la Duvija, el tape Olmedo, Idéntico Aveno, Odioso Lirio, el pardo Santiago y Monolítico Suave, hablando de la vida y el corazón y tomando unos vinos, cuando miran así y ven venir a Nostálgico Amano.
A los tropezones venia el hombre, como abombau y triste por el asunto de la china y por mirar florcitas v churrinches.
A lo que lo vieron venir, va el tape Olmedo y pinta en la paré una mujer sentada en una silla.
Silenciosa la pintó.
Le quedó igualita.
Después fue y le arrimo una mesa.
Dentró Nostálgico, saludó, y atracó al mostrador.
Pidió una botellita de vino y se acodó.
La Duvija fue fue le dijo:
-¿Cómo anda, don Nostálgico?
-Estrañando la mujer. Solo, uno es naides.
Por ahí el tape Olmedo tropezó con la mesa que estaba contra la paré, miró la pintura, y fuerte, pa que Nostálgico oyera, va y dice:
-Desculpe, moza.
Nostálgico mosquió pa ese lau.
Vio a la mujer de la paré contra la mesa, agarró la botella de vino, pidió otro vaso, y fue y se le sentó enfrente.
La miró un rato.
Dispués sirvió pa los dos, y dentró a prosiar bajito, como cuadra al hombre que habla de lo suyo.
Nostálgico, meta prosa, terminó el litro y pidió otro.
Le contó todita su vida.
Que era hombre de trabajo dende chico, castigau por injusticias dende siempre, que aura andaba triste y solito, cargau de ternura sin un destino, y que así no era vida porque cuando uno dentra a ver gris -le dijo-, se hace gris.
Si le habrá prosíau de lujo, que pa la madrugada se la llevó pa las casas.
El, se diba sacudiendo recuerdos. Ella, la cal de la paré.
SOMBRA
«La culpa de que haya cuentos del tío la tienen los sobrinos».
El que supo ser castigau por los cuentos, aura que dice, Turrón Mojito, el casau con Encarnada Soslayo, mujer más inútil que piedrita de yesquero sin yesquero.
A este hombre lo curtían a cuentos y él se los creía toditos. Tenía eso de bueno.
Una vuelta le pusieron cuatro patas a una sandía y se la vendieron por un lechón. Cuando le vio la caladura fue a pedir rebaja porque era un lechón lastimau. Le dijeron que aquello era pa hoy o mañana poder adobarlo y arriba le vendieron el adobo.
Debe ser el único crestiano que se comió una sandía adobadita y a las brasas. Y arriba le pateó el hígado.
La tarde que llegó al boliche El Resorte, taban la Duvija, el tape Olmedo, Salisílico Borato, Rosadito Verdoso, el Atalufo Lilo, el pardo Santiago y hacía calor.
Una calor, que lo primero que comentó Turrón Mojito al llegar fue «tá brava la calor». Nadie le contestó nada porque con la calor había pñereza de contestar. El hombre seguía con los quejidos cuando dentró el Aperiá Chico sin saludar porque la calor daba pereza pa saludar.
Turrón Mojito seguí diciendo que pa pior no tenía ni una sombra cerca del rancho pa ponerse a tomar mate a la sombra. Dijo que el rancho le hacía sombra de mañana nomás, de un costau, pero a medida que el sol se iba subiendo en el cielo la sombra se le iba achicando y al final terminaba tomando mate aplastau contra la paré.
El tape Olmedo hizo un esfuerzo pa opinar que el hombre que no es capaz de plantar un árbol pa su propia sombra es una desgracia.
Turrón Mojito no se ofendió porque la calor daba pereza, y el Aperiá Chico se le arrimó y le dijo:
-Si usté anda interesau en sombra, yo tengo una sombra de ombú pa la venta de lo más bonita y pareja. Si usté es gustoso, podemo llegar a un acuerdo con el precio.
El otro se lo quedó mirando un momento y dispués preguntó: – Sombra de ombú… ¿con ombú?
– No señor. Le vendo la sombra sola, que es lo que usté anda necesitando.
Si le llego a vender el ombú -agregó- me quedo sin sombras pa la venta. A Turrón Mojito le pareció justo y arreglaron precio y pago adelantau pal gasto del flete y esas cosas. El Aperiá quedó en que al otro día tempranito se la llevaba.
Esa madrugada, mientras el otro dormía el Aperiá fue dispacito y le pintó una sombra de ombú cerca del rancho que era una preciosidá. Tan igualita, que hasta tenía algunas rayas amarillas como que el sol se colaba por entre las hojas. Pa que el otro no tuviera ninguna duda le clavó un cartelito que decía «Sombra de ombú garantida aunque estea nublado».
Con el chispiar de los primeros pajaritos, el hombre saltó del catre, se asomó a la puerta y se quedó de boca abierta mirando la sombra. Corrió pa dentro a despertar a la mujer pa que viera, calentó agua pal mate, buscó el tabaco, manoteó el banquito de tomar mate, salió, le chifló al perro, y se acomodó en la sombra a tomar mate, como un rey.
Fresquita la sombra, hasta que el sol se empezó a trepar por el lomo de una loma. Ese día el sol venía furioso. Trepaba a los bufidos.
A Turrón Mojito lo sacaron achicharrau pal mediodía. Cuanmdo llegó al boliche a protestar, el Aperiá lo estaba esperando con pomada pa las quemaduras del sol. Le vendió tres cajas.
_ Dos nombres que me parecieron graciosos: De como se escapó Prudencio, y Sombra, tal vez si solo vemos los nombres,no sean divertidos, pero si leemos las historias, nos damos cuenta, la gracia que nos pueden llegar a dar cada uno.
_»Turrón Mojito, el casau con Encarnada Soslayo, mujer más inútil que piedrita de yesquero sin yesquero». Es un dicho que pertenece al cuento Sombra, y se refiere a la mujer del protagonista.
«Allá por la madrugada, el hombre escuchó unos gruñidos, pero creyó que era la mujer roncando y no le dio importancia». Pertenece al cuento De como se escapó Prudencio, y fue a la noche, cuando a Voluntario Moroso, le robaron el chancho.
_Me pareció muy agradable trabajar esta unidad, de los cuentos de humor, me divertí y entretuve mucho, nunca había escuchado sobre estos cuentos,pero me gustó mucho saber de ellos, se hizo menos pesadas las consignas, no fue dificil. Los cuentos despiertan mucho humor y es imposible no reirse, todos son muy entretenidos, los temas son disparatados, y muy difícil de creer, se comunican en un idioma un poco informal, campero, con situaciones raras y humor sano, aún así se hacen entender, por esto me gustó mucho, y creo que voy a seguir informándome de ellos.
Alina Caraballo Guillermoni
4º 3
Colegio Nuestra Señora del Huerto.
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1) Cuentos leídos:
• La Jirafa http://www.youtube.com/watch?v=OVVWvo1kTag
• La Estación http://www.youtube.com/watch?v=fg6aqFxxAY0
• Carnaval en el resorte:
– Carnaval sin papelito, no es carnaval, murmuró la Duvija mientras picaba un quesito con los agujeros hechos a taladro para que pareciera gruyere.
En un rincón, un forastero tomaba su cañita cuando un redepente, de entre las ropas le sonó una campanilla. El hombre sacó un celular, lo llevó a la oreja, escuchó sin decir palabra, y después contestó: «Mañana siete y media». En El Resorte hubo un silencio, hecho a propósito para que se escuchara pasar chiflando un higo que se le fue a reventar en la frente al telefónico. Mientras el otro se sacaba las semillas de las pestañas y se colgaba el aparatito del borde de la faja, Rosadito Verdoso comentó, como bobiando. – Además de papelito, haría falta serpentina.
Una sombra con un cartelito que decía «Nostalgia», se posó en el marco de la ventana. El tape Olmedo reculó unos pasos.
– ¿Qué está haciendo, don tape?.
– Retrocediendo en el tiempo.
El forastero, para borrar la mala impresión del celular, mandó servir y comentó:
– Lo que se usaba mucho, antes, eran los asaltos.
– Ahora también.
– Y las caretas.
– Ahora también.
– Y las máscaras sueltas.
– Ahora no tanto. Se juntan más.
Alguien dijo que una vuelta había conocido a Menecucho, y que los carnavales le estaban debiendo una canción, una retirada, algo así. Azulejo Verdoso se apuntó a lo grande.
– Por lo menos un monumento.
Como la cosa se ponía linda y los entusiasmos se brotaban, y como era temprano, la Duvija salió conque lo mejor era organizar un corso para esa misma noche, que pasara por la puerta del boliche y que para eso había que iluminar.
Rejuntaron cabos de vela, limpiaron tubos de faroles, y apilaron cardo seco para las fogatas. La Duvija se encargó de los papelitos. Con diarios viejos y una tijera, los fue recortando, uno por uno, bien redonditos y del mismo tamaño. Los demás fabricaban pitos con cañas, que con un agujerito chiflan que son un gusto, tambores con lata y un palito, y caretas con cáscaras de zapallo. Alguno, con un corcho quemado, se pintó un antifaz de lo más bonito.
La Duvija se pasó las horas cortando papelitos, y no conforme con eso, los pintó, uno por uno, de los más variados colores como ser amarillo y rojo, y también azules.
De noche salieron a desfilar alrededor del boliche, tocando pitos y tambores. Entre todos, contando al forastero, eran pocos. De haber sido más, hubiesen dejado alguno sin desfilar para que los vieran. Y al final, la Duvija tiró los papelitos. Eran tan pocos, pero tan lindos, que se los quedó mirando hasta que se perdieron con el viento.
2) Dos nombres que me parecen graciosos son Rosadito Verdoso y Abracadabra Festón.
Dos frases que me parecen graciosas son cuando dice en el cuento La Jirafa: «…y un forastero que andaba de paso con una tropa de lechuzas» y en el cuento La Estación: «…los ferrocarriles no le pasaban por la puerta porque tenia puerta media chica».
3) Los cuentos me parecieron divertidos, me gusta la imaginación con que están puestos los nombres de los personajes, son graciosos, y algunos me reí porque son absurdos, nombres que te hacen pensar por qué se llaman así, le intento buscar explicación, y ahí me causan más humor. En cuanto a las historias de cada personaje, me gustan todas, en especial la de la estación y la jirafa. Se ve claramente la vida cotidiana de un grupo común de amigos en el medio rural en el siglo XX; se juntan en un boliche, cuentan sus historias, siempre hay un forastero, y personajes secundarios que no intervienen tanto en el tema principal, pero cuando intervienen causan humor.
Braulio Paz
4º 3 Colegio y Liceo Nuestra Señora del Huerto
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Un vecino desconfiado ve invasor por todos lados
Hombre que supo estar atento por miedo a las invasiones, el viejo Baraté, que dos por tres se asomaba a la ventana de su rancho, y si veía llegar gente de otro pago les chumbaba los perros, les tiraba buscapié entre las patas, les abría zanjas llenas de cocodrilos y les mandaba bandadas de cotorras para que les pasaran por arriba en vuelos rasantes y les hicieran caca. No era mal vecino, pero tenía eso.
Enemigo de los forasteros, porque según él, la persona que no era nacida por allí, no se la conocía, y si no se la conocía no se sabía qué pensaba, y si no se sabía qué pensaba capaz que pensaba diferente, y eso era un peligro, decía.
Una disgracia pa las hijas, porque las muchachas se interesaban en algún galán de otros pagos –que son los más interesantes porque a los de la zona ya se los conoce demasiado y no hay una curiosidá pa nada-, y resulta que el Bataré viejo se los espantaba.
-¡Con lo que cuesta tener una curiosidá hoy en día!
Una manía del viejo, como con miedo a que le quitaran la comida. Y una vuelta, en el boliche El Resorte estaban desalojando el vino de una damajuanita, cuando va y cayó una yunta de dos individuos de lo más curioso. Nadie los conocía a no ser ellos dos que se conocían desde antes de dentrar al boliche, cosa que se notó porque dentraron abrazados y a las risas. Eran las carcajadas nomás, y la gente del boliche se empezó a tentar, porque la risa tiene eso, que se contagia, y cuando uno quiere acordar se está riendo con los otros y capaz que los otros se están riendo de uno uno no sabe. Por eso fue que al ratito de las risotadas, hubo gente que se empezó como a fastidiar, porque no hay cosa que fastidie más que estar presente y no saber de qué se trata.
Taban en eso cuando va y cae el viejo Bataré, que no era de frecuentar, pero va y cae, y a lo que ve a la yunta de forasteros va y se encocora, y le viene como un ataque de xenofobia, y va el viejo y no tolera aquello y los quiere echar del pago. Fue cuando va el tape Olmedo y le dice, le dijo al viejo.
-Vea don –le dijo y le hizo señas a Rosadito Verdoso pa que no se apurara a reventarle un higo en la frente- vea don –le dice- usté en su rancho propio de su casa suya, es dueño, y si un suponer no quiere que le dentre pájaro de plumaje diferente a sus canaritos flautas, usté verá cómo les impide el vuelo, pero acá, no señor.
Ahí el viejo quiso levantar el gallo, y Rosadito Verdoso le apuntó con un higo, pero al cerrar un ojo, con el otro lo vio clarito al higo, maduro, a punto, un bocado pal placer de cualquier apetito gustador de las finuras, un fruto de la vieja y querida higuera de allí nomás, un higo que no se merecía terminar estrellado contra aquella frente, sino que debía cumplir con el destino que le había señalado la naturaleza. Entonces, se lo comió. Los forasteros de la risa, como llegaron se fueron, a las carcajadas, y atrás el viejo, rezongando contra los invasores. Fue cuando el tape Olmedo comentó:
-Con esa senofobia. Debe ser triste, eso de tenerle fobia al seno.
Sombra
«La culpa de que haya cuentos del tío la tienen los sobrinos».
El que supo ser castigau por los cuentos, aura que dice, Turrón Mojito, el casau con Encarnada Soslayo, mujer más inútil que piedrita de yesquero sin yesquero.
A este hombre lo curtían a cuentos y él se los creía toditos. Tenía eso de bueno.
Una vuelta le pusieron cuatro patas a una sandía y se la vendieron por un lechón. Cuando le vio la caladura fue a pedir rebaja porque era un lechón lastimau. Le dijeron que aquello era pa hoy o mañana poder adobarlo y arriba le vendieron el adobo.
Debe ser el único crestiano que se comió una sandía adobadita y a las brasas. Y arriba le pateó el hígado.
La tarde que llegó al boliche El Resorte, taban la Duvija, el tape Olmedo, Salisílico Borato, Rosadito Verdoso, el Atalufo Lilo, el pardo Santiago y hacía calor.
Una calor, que lo primero que comentó Turrón Mojito al llegar fue «tá brava la calor». Nadie le contestó nada porque con la calor había pñereza de contestar. El hombre seguía con los quejidos cuando dentró el Aperiá Chico sin saludar porque la calor daba pereza pa saludar.
Turrón Mojito seguí diciendo que pa pior no tenía ni una sombra cerca del rancho pa ponerse a tomar mate a la sombra. Dijo que el rancho le hacía sombra de mañana nomás, de un costau, pero a medida que el sol se iba subiendo en el cielo la sombra se le iba achicando y al final terminaba tomando mate aplastau contra la paré.
El tape Olmedo hizo un esfuerzo pa opinar que el hombre que no es capaz de plantar un árbol pa su propia sombra es una desgracia.
Turrón Mojito no se ofendió porque la calor daba pereza, y el Aperiá Chico se le arrimó y le dijo:
-Si usté anda interesau en sombra, yo tengo una sombra de ombú pa la venta de lo más bonita y pareja. Si usté es gustoso, podemo llegar a un acuerdo con el precio.
El otro se lo quedó mirando un momento y dispués preguntó: – Sombra de ombú… ¿con ombú?
– No señor. Le vendo la sombra sola, que es lo que usté anda necesitando.
Si le llego a vender el ombú -agregó- me quedo sin sombras pa la venta. A Turrón Mojito le pareció justo y arreglaron precio y pago adelantau pal gasto del flete y esas cosas. El Aperiá quedó en que al otro día tempranito se la llevaba.
Esa madrugada, mientras el otro dormía el Aperiá fue dispacito y le pintó una sombra de ombú cerca del rancho que era una preciosidá. Tan igualita, que hasta tenía algunas rayas amarillas como que el sol se colaba por entre las hojas. Pa que el otro no tuviera ninguna duda le clavó un cartelito que decía «Sombra de ombú garantida aunque estea nublado».
Con el chispiar de los primeros pajaritos, el hombre saltó del catre, se asomó a la puerta y se quedó de boca abierta mirando la sombra. Corrió pa dentro a despertar a la mujer pa que viera, calentó agua pal mate, buscó el tabaco, manoteó el banquito de tomar mate, salió, le chifló al perro, y se acomodó en la sombra a tomar mate, como un rey.
Fresquita la sombra, hasta que el sol se empezó a trepar por el lomo de una loma. Ese día el sol venía furioso. Trepaba a los bufidos.
A Turrón Mojito lo sacaron achicharrau pal mediodía. Cuando llegó al boliche a protestar, el Aperiá lo estaba esperando con pomada pa las quemaduras del sol. Le vendió tres cajas.
La parte peor del frío, es sensacional
Fríos que fueron asunto muy serio, los que supieron sentirse en la zona del boliche El Resorte.
¡Una tremendidá de fríos!
Cómo serían de fríos los fríos, que la gente comentaba:
«¡Qué lo peló, qué frío!».
Usté se paraba en la marca del frío, miraba p’arriba, y el cero le quedaba allá lejos.
-La brava –dijo un forastero que andaba de paso- es la sensación.
-Sensaciones son todas –acotó el tape Olmedo por primera vez en mucho tiempo, ya que él prefería comentar, y no tener que andar acotando.
-La brava es la térmica –agregó el forastero-, cosa que antes no se conocía, porque antiguamente hacía frío y nadie le andaba buscando la sensación.
-El hombre –comentó ésta vez el tape- si no fuera por la sensación, sería una disgracia, porque a usté, un suponer, se le atrofian o se le acaban las sensaciones ¿y qué le queda?
-Yo decía la térmica –repitió el otro-, que es brava porque le aumenta la baja de temperatura.
Pa mí –señaló Rosadito Verdoso mientras calentaba un par de higos con el aliento hasta dejarlos bien maduritos- pa mí, más abajo del cero, no hay nada.
-Tá la sensación –apuró el otro.
La Duvija preparaba una picada de mermelada de mondongo, y sin mirar a nadie pa no cortarse un dedo, dijo:
-Lo que hay menos que antes, es sabañón.
-Se ha dejado de usar, sí señora.
-Se daba mucho en la oreja, y si se la rascaba era pior.
En el piso con aserrín, el barcino dormía junto a un brasero y soñaba que era un tigre que estaba durmiendo al solcito y soñando que era un gatito que dormía junto a un brasero en un boliche.
-Cosa brava –murmuró el tape Olmedo dispués de soplarle la brasita al pucho que se le moría- es el frío en moto y sin diario pal pecho.
-La brava es la sensación –metió el otro ligerito.
-Y yo –le dijo el tape y le clavó las vistas-, tengo la sensación de que el señor me tiene medio podrido con la sensación.
El otro se quiso encocorar, y Rosadito Verdoso le reventó los dos higos en la frente. Al hombre le chorreaban los higos maduros por el cogote, y la Duvija le comentó:
-Debe ser feo sentir eso que le corre ¿no?
-Más que nada –dijo el otro mientras se secaba-, lo que jode, es la sensación.
El barcino se dio vuelta pa que el sol le diera del otro costáu, y siguió soñando en felino.
Los nombres de los personajes que nos resultaron graciosos son:
– Encarnada Soslayo, Turrón Mojito.
Los dichos que más nos gustaron fueron:
‘…mujer más inútil que piedrita de yesquero sin yesquero.’ – Del cuento ‘Sombra’.
«La culpa de que haya cuentos del tío la tienen los sobrinos». – Del cuento ‘Sombra’.
Todos los cuentos de Juceca redactados por su personaje Don Verídico al comienzo tienen un dicho que nos adelanta de que se tratará la historia, por ejemplo en el cuento ‘¡Qué frío!’ comienza con el dicho ‘ La parte peor del frío, es sensacional’. Son todos cuentos que nos producen humor porque los hechos que están descriptos son incoherentes y esto se debe a la ignorancia de los personajes.
Personalmente, estos cuentos nos atraen y nos atrapan porque son sencillos, concretos, y no son detallistas en cuanto a las explicaciones y descripciones las cuales le quitan humor.
Celia Sanchis, Florencia Portillo, Lucía Pérez. Colegio Huerto. 4to año 3.
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Bichito de la humedad en el rincón
Hombre que supo carecer de un interés por lo diminuto, Laberíntico Simple. Pero una mañana, va y se levanta, y antes de mirarse al espejo, de mientras se lavaba la cara en la palangana, ve una cosa que se mueve en un rincón. Era una cosa menuda, como quien dice una cosita. Nada como pa salir corriendo, ni pa llamar a los vecinos, pero cuando uno ve que algo se mueve, y más si se mueve en un rincón, y si no es común que algo se mueva en ese rincón que uno conoce, porque es uno más de los rincones de la casa, de los tantos conque uno convive sin prestarle atención porque un rincón, salvo que tenga algo que se mueve, no se destaca como un espacio interesante, es normal, entonces, que uno se agache, que Laberíntico se agachara a ver aquello que se movía. El hecho de que se haya agachado, está diciendo a las claras que era un rincón de los de abajo, de los que van contra el piso. Cuando el hombre fijó la atención en aquello, no dudó de que se trataba de un bichito de la humedad, conocido también como «bolita», por su capacidá pa convertirse en pelotita. Y eso fue lo que le hizo el bichito a Laberíntico en cuantito lo agarró y lo puso en la palma de la mano. El hombre tuvo ganas de aplaudirlo, pero se frenó, y él, que tantas veces había visto bichitos similares, lo puso sobre la mesa, y mientras preparaba el mate lo miraba de reojo. De pronto se empezó a abrir, y le llamó la atenciòn la cantidad de patitas que tenía el diminuto: «¿pa dir a dónde precisará tanta pata?», se preguntó y le pareció injusto que el hombre, que tiene que andar de un lau pal otro de la mañana a la noche, cargando semejante cuerpo como es el humano en general, tuviera solo dos. Lo fue a tocar, y el bichito vuelta a cerrarse. Lo agarró sin apretar y enderezó pal boliche El Resorte. Llegó, dentró, saludó, puso el bichito arriba del mostrador, lo señaló y dijo: «Cuando tiene miedo se cierra, y cuando supone que pasó el peligro se abre. ¿Pero de qué tiene miedo, y en qué se basa pa suponer que pasó el peligro?».
Hubo un silencio y algunos se arrimaron a mirarlo de cerquita.
El tape Olmedo, lo miró apenas, y después de un trago armó un tabaco, volvió a mirar al bichito con mas detenimiento, y afirmó como pa no dejar lugar a dudas.
– Siempre fue un misterio.
Y no se habló más del asunto. No daba.
«CARNAVAL EN EL RESORTE»
– Carnaval sin papelito, no es carnaval, murmuró la Duvija mientras picaba un quesito con los agujeros hechos a taladro para que pareciera gruyere.
En un rincón, un forastero tomaba su cañita cuando un redepente, de entre las ropas le sonó una campanilla. El hombre sacó un celular, lo llevó a la oreja, escuchó sin decir palabra, y después contestó: «Mañana siete y media». En El Resorte hubo un silencio, hecho a propósito para que se escuchara pasar chiflando un higo que se le fue a reventar en la frente al telefónico. Mientras el otro se sacaba las semillas de las pestañas y se colgaba el aparatito del borde de la faja, Rosadito Verdoso comentó, como bobiando.
– Además de papelito, haría falta serpentina.
Una sombra con un cartelito que decía «Nostalgia», se posó en el marco de la ventana. El tape Olmedo reculó unos pasos.
– ¿Qué está haciendo, don tape?.
– Retrocediendo en el tiempo.
El forastero, para borrar la mala impresión del celular, mandó servir y comentó:
– Lo que se usaba mucho, antes, eran los asaltos.
– Ahora también.
– Y las caretas.
– Ahora también.
– Y las máscaras sueltas.
– Ahora no tanto. Se juntan más.
Alguien dijo que una vuelta había conocido a Menecucho, y que los carnavales le estaban debiendo una canción, una retirada, algo así. Azulejo Verdoso se apuntó a lo grande.
– Por lo menos un monumento.
Como la cosa se ponía linda y los entusiasmos se brotaban, y como era temprano, la Duvija salió conque lo mejor era organizar un corso para esa misma noche, que pasara por la puerta del boliche y que para eso había que iluminar.
Rejuntaron cabos de vela, limpiaron tubos de faroles, y apilaron cardo seco para las fogatas. La Duvija se encargó de los papelitos. Con diarios viejos y una tijera, los fue recortando, uno por uno, bien redonditos y del mismo tamaño. Los demás fabricaban pitos con cañas, que con un agujerito chiflan que son un gusto, tambores con lata y un palito, y caretas con cáscaras de zapallo. Alguno, con un corcho quemado, se pintó un antifaz de lo más bonito.
La Duvija se pasó las horas cortando papelitos, y no conforme con eso, los pintó, uno por uno, de los más variados colores como ser amarillo y rojo, y también azules.
De noche salieron a desfilar alrededor del boliche, tocando pitos y tambores. Entre todos, contando al forastero, eran pocos. De haber sido más, hubiesen dejado alguno sin desfilar para que los vieran. Y al final, la Duvija tiró los papelitos. Eran tan pocos, pero tan lindos, que se los quedó mirando hasta que se perdieron con el viento.
POLLO ECOLOGICO
Hombre que supo tener problemitas con los animales emplumados Cataplasmo Pirueto, el casado con Infinita Latosa, que se conocieron cuando el perro del viejo Notariado Notario cumplió treinta y dos años, que el viejo le hizo una torta con velitas y cuando el perro las quiso soplar casi se despatarra por la emoción y el viejo lo tuvo que apuntalar.
Cataplasmo supo tener un pollo salido de huevo ecológico, que tenía pinta de ser sanito y varonil (el pollo), y al hombre le gustó pa prepararlo pa pelea, cosa de presentarlo en el reñidero de la zona donde solía tallar el que tiempo después sería conocido como el «pobre gallo bataráz», el que murió enclenque y viejo.
Pero el pollito ecológico resultó ser pacifista, incapaz de andar a los picotones y dado al diálogo negociador. Pollo de origen tan particular (el huevo lo había puesto una gallina madre un viernes con tormenta y de gallo desconocido), aprendió el uso de la palabra con el loro Perico Plumas Verdes, por mal nombre Pico Bravo, conversador que solían contratarlo pa campañas electorales y apabullaba.
Animalitos de recogerse a dormir temprano, poco después de la medianoche ya estaban despabilados y salían en yunta, de garufa y alguna que otra payada. Perico siempre la empezaba con el mismo versito: «Aquí me pongo a cantar, y no se abusen del loro, pues si me quieren torear, verán que también soy toro». El pollito, sabedor de que las madrugadas son bravas y que si uno arruga se lo llevan por delante, guapeaba pa impresionar con sus versos: «Aquí se pone a cantar, este gallito de riña, y al que quiera interrumpir, lo via bajar de una piña».
El tiempo pasó como suele pasar el tiempo, y una mañana, de regreso de una garufa, van y se topan con la paloma Lulú, recién amanecida ella. Había que verla, con el plumaje tornasolado y recién peinada, coquetona, pasito corto, de pechuguita levantada y con aquellos ojitos que le brillaban, como una picardía. Ahí el ecológico se le arrimó pa decirle algún piropo, ya ganoso de arrastrarle el ala, pero ella se mandó una carrerita a manera de vuelo corto, espantada, pero el gallito (tenorio del suburbio que se ha engrupido, que por él las palomas viven chaladas), insistió en sus pretensiones y le dijo no se sabe qué. Fue cuando intervino Perico, celoso porque esa prenda la tenía en la mira desde tiempo atrás, y fue y le pegó una patada al ecológico que lo estampó contra un ombú. Dicen que pa la media tarde, a Perico Plumas Verdes lo vieron con cara de recién levantado, parado en la puerta del palomar.
– Los nombres que me parecen graciosos son: Notariado Notario y Cataplasmo Pirueto
-Las expresiones de humor que elijo:
«…un quesito con los agujeros hechos a taladro para que pareciera gruyere.» Del cuento «Carnaval en el resorte»
«…supo carecer de un interés por lo diminuto…» Del cuento «Bichito de la humedad»
– Me gustó trabajar con este autor uruguayo por su humor e imaginación para escribir estos cuentos sencillos y graciosos.
Los hechos que nos cuenta son exagerados y poco creíbles. Los personajes tienen nombres originales, y el vocabulario que usa es del medio rural, también como los cuenta «Don Verídico» nos causa mucha gracia.
Sebastián Rodríguez
4to 3
Liceo Nuestra Señora del Huerto
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El confianzudo
Hombre que supo ser asunto pa la cuestión de tomarse confianza, un tal Anodino Pertrecho, el casau con Ligerita Latosa, que se conocieron una vuelta que ella tiró por la ventana el agua de los fideos justo cuando él se asomaba pa preguntar dónde quedaba la casa del dentista, porque hacía catorce años que le dolía una muela y no quería llegar a los quince.
Confianzudo, Anodino Pertrecho, pero decía que lo hacía por tímido nomás. Pa que no se dieran cuenta de que era tímido, se hacía el gracioso, y tanto le sacaba la silla a una vieja cuando se estaba por sentar, como esperaba que alguno abriera el diario pa leer y de abajo le prendía fuego con un yesquero. No era malo, pero tenía eso. Cuando se casó, entró a la iglesia con patines, que se los había hecho él mismo con rulemanes, y no había manera de pararlo. Llegaba frente al altar y pegaba la vuelta y al cura no le daba tiempo ni pa empezar con los latines. Que al final, el padre de la novia y un vecino que se ofreció, lo manotearon a la pasada y lo cazaron en el aire, pa que no se les patinara.
Muy buscavidas, Anodino, el día del casamiento le regalaron veinte planchas eléctricas y cuatro a carbón, y pa la noche las puso en un tablón con caballetes y las vendió a mitá de precio. A la hora del baile hubo mucha mujer que planchó. Y una vuelta que cayó por el boliche El Resorte, fue similar. El tape Olmedo se estaba sacando una espina de tala del talón, y cayó Anodino y lo primero que hizo, sin saludar ni nada, fue agarrar la alpargata del tape y tirarla por la ventana pa fuera. Rosadito Verdoso, sin saludar ni nada, le reventó un par de higos en la frente. Le colocó nada más que dos, porque no era la temporada del higo y los tenía racionados. Pero el que se encocoró, fue al tape Olmedo, y fue y le dijo, le dice:
– Vea don bobito – le dijo con destrato -, un poco de confianza está bien porque suele servir pa dentrar en conversación, pero usté, con el cuento de que es tímido se está pasando de belinún, así que ahora mismito me sale a buscar la zapatilla y me la trae y me la pone donde estaba.
Anodino Pertrecho se sacó las semillas de higo de las pestañas, y sin chistar salió a buscar la zapatilla. Era de nochecita. Lo pájaros alborotaban buscando nido. Las gallinas hacía rato que habían logrado el equilibrio necesario pa pasar la noche durmiendo en un palito. Anodino buscaba agachado. La alpargata no podía estar lejos de la ventana, pero en lo oscuro Anodino levantaba de todo menos lo que buscaba. Botellas vacías, bosta de vaca alargada con forma de chancleta, de todo hallaba menos zapatilla. Como miraba pa abajo, perdió el rumbo, se alejó del boliche y lo agarró la madrugada agachado y levantando cosas. Cuando salió el sol, se enderezó, miró así, y vio la alpargata que se iba. No tuvo que correr mucho pa alcanzarla, porque al tirarla por la ventana había caído arriba de una tortuga, y la tortuga, ya se sabe, es animalito sin apuro. Además, no había ninguna razón para que disparara con una alpargata en el lomo. La tortuga no es bichito rapaz.
POLLO ECOLOGICO
Hombre que supo tener problemitas con los animales emplumados Cataplasmo Pirueto, el casado con Infinita Latosa, que se conocieron cuando el perro del viejo Notariado Notario cumplió treinta y dos años, que el viejo le hizo una torta con velitas y cuando el perro las quiso soplar casi se despatarra por la emoción y el viejo lo tuvo que apuntalar.
Cataplasmo supo tener un pollo salido de huevo ecológico, que tenía pinta de ser sanito y varonil (el pollo), y al hombre le gustó pa prepararlo pa pelea, cosa de presentarlo en el reñidero de la zona donde solía tallar el que tiempo después sería conocido como el «pobre gallo bataráz», el que murió enclenque y viejo.
Pero el pollito ecológico resultó ser pacifista, incapaz de andar a los picotones y dado al diálogo negociador. Pollo de origen tan particular (el huevo lo había puesto una gallina madre un viernes con tormenta y de gallo desconocido), aprendió el uso de la palabra con el loro Perico Plumas Verdes, por mal nombre Pico Bravo, conversador que solían contratarlo pa campañas electorales y apabullaba.
Animalitos de recogerse a dormir temprano, poco después de la medianoche ya estaban despabilados y salían en yunta, de garufa y alguna que otra payada. Perico siempre la empezaba con el mismo versito: «Aquí me pongo a cantar, y no se abusen del loro, pues si me quieren torear, verán que también soy toro». El pollito, sabedor de que las madrugadas son bravas y que si uno arruga se lo llevan por delante, guapeaba pa impresionar con sus versos: «Aquí se pone a cantar, este gallito de riña, y al que quiera interrumpir, lo via bajar de una piña».
El tiempo pasó como suele pasar el tiempo, y una mañana, de regreso de una garufa, van y se topan con la paloma Lulú, recién amanecida ella. Había que verla, con el plumaje tornasolado y recién peinada, coquetona, pasito corto, de pechuguita levantada y con aquellos ojitos que le brillaban, como una picardía. Ahí el ecológico se le arrimó pa decirle algún piropo, ya ganoso de arrastrarle el ala, pero ella se mandó una carrerita a manera de vuelo corto, espantada, pero el gallito (tenorio del suburbio que se ha engrupido, que por él las palomas viven chaladas), insistió en sus pretensiones y le dijo no se sabe qué. Fue cuando intervino Perico, celoso porque esa prenda
la tenía en la mira desde tiempo atrás, y fue y le pegó una patada al ecológico que lo estampó contra un ombú. Dicen que pa la media tarde, a Perico Plumas Verdes lo vieron con cara de recién levantado, parado en la puerta del palomar
El perro pintado
Fofeto Fulero había conocido mucho mundo porque se le habían desbocado varios caballos y una bicicleta, hasta que no quiso montar más en nada y se dedicó a la pintura. Pintura al agua usaba, que en tiempo de seca tenía que parar el arte. Empezó pintando naturalezas muertas, pero le quedaban tan muertitas que después los vecinos le organizaban velorios y al final gastaba en caña y café y las tenía que enterrar. Pintor de paleta baja, era, y eso que pintaba subido al banquito de ordeñar. Cuando dejó de pintar naturalezas muertas, quiso pintar desnudos, pero no pudo porque todo el mundo andaba vestido. Nunca pudo pintar una puesta de sol, porque lo que tiene la puesta es que no se queda quieta y le va cambiando los tonos porque se le mueve la tierra, y al moverse la tierra se le mueve el caballete, y cuando acá le pegó una pincelada de amarillo allá se le hizo naranja, y del naranja se le va al violeta sin un criterio ni un respeto pal pobre desgraciado que está tratando de serle fiel al paisaje de la naturaleza inquieta. Hasta que una vuelta, lo miró al perro, y le gustó pa pintarlo.
– Un perro pintado, se puede enfermar.
Se puso a pintar el perro en una tela. De modelo el perro. Como no se le quedaba quieto, porque era un cuzco juguetón y no tenía costumbre de posar, porque posar es cosa de pájaros, el perro que iba quedando pintado en la tela tampoco tenía una quietud, un sosiego. Si se mueve el modelo se mueve la pintura, así que le quedó igualito hasta en lo movedizo. Cuando lo terminó, llevó el cuadro pal boliche El Resorte.
– Vengo pa ver si me lo dejan colgar – dijo.
– Al que habría que colgar es al autor – murmuró un critico de los que nunca faltan en cualquier especie de material a la vista.
– Pa mi -opinó el tape Olmedo-, a ese perro lo que le falta es cadena. Usté le pinta cadena y le queda de mi flor.
Allí mismito el maestro le pintó collar y cadena con eslabones. Como la cadena le quedó larga se salía del cuadro. Entonces Rosadito Verdoso la agarró por la punta, dijo «vamos chicho», y lo sacó a pasear al perro. Lo llevó trotando hasta el chiquero de los chanchos, pa que viera, y justo va y se larga a llover y los agarra un chaparrón.
Perro pintado al agua, en un santiamén se disolvió y no le quedó ni la cadena. Dispués,el tape Olmedo comentó:
– Pa mi, la pintura es como la papa frita. Si no es al aceite, no hay caso.
Los nombres que nos parecieron graciosos: “Anodino Pertrecho” y “Cataplasmo Pirueto”
Los dichos que nos parecieron graciosos son:
“Pero el pollito ecológico resultó ser pacifista, incapaz de andar a los picotones y dado al diálogo negociador.”
“Pa que no se dieran cuenta de que era tímido, se hacía el gracioso, y tanto le sacaba la silla a una vieja cuando se estaba por sentar, como esperaba que alguno abriera el diario pa leer y de abajo le prendía fuego con un yesquero.”
Nos gustaron los cuentos porque usan un lenguaje muy particular, divertido, y dicen hechos ironicos difíciles de creer, por eso nos generan gracia ese tipo de situaciones que te imaginas y son casi imposibles, disparatadas. Realmente nos sorprende como Julio Cesar Castro logro realizar dichos cuentos humorísticos con todas esos dichos graciosos desde los nombres hasta los sucesos que ocurren. El lugar de encuentro de estos personajes (que en todos los cuentos es el mismo lugar) que es el boliche “El Resorte” nos parece un sitio muy original porque no creemos que exista un lugar igual.
Sofia Bartesaghi, Camila Correa y Sofia Etulain. 4º3 Colegio Nuestra Señora del Huerto.
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quiero el cuento del confianzudo!!!!!
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En este link podés leer «El confianzudo» http://www.mundomatero.com/donveridico/confianzudo.html
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Esta muy bueno el cuento, sin dudas debes leerlo !!
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