La poesía didáctica es un subgénero de la épica (como la epopeya), cuya definición no se concibe por su forma, sino por su finalidad: su misión específica es instruir. Su objeto no es el mito o las hazañas heroicas, sino la «verdad». Se escribía en hexámetros, verso de ritmo sencillo, que permitía memorizar fácilmente (aún más que la prosa) las diferentes enseñanzas.
En ella, el poeta es el maestro que vierte enseñanzas a los destinatarios de la obra, que se convierten en algo así como sus alumnos.
Lucrecio:
La poesía de Lucrecio es un reflejo de la crisis que sufre la religión romana cuando entra en contacto con las divinidades orientales y el escepticismo griego. En efecto, intenta descubrir la apariencia y la razón de ser del mundo, pero no en sí mismo, sino para liberar al hombre del miedo a través del conocimiento:
- del miedo a los dioses, «que no existen», y
- del miedo a la muerte, «que es su parte natural».
En su opinión, es la ciencia y no los dioses, quien debe liberar al hombre de sus angustias y supersticiones. Siguiendo, pues, la doctrina de Epicuro que se basaba en el atomismo materialista de Leucipo y Demócrito (siglo V a.C.), explica la naturaleza de las cosas prescindiendo por completo de la mediación divina.
La doctrina de Epicuro (342-275 a.C.) es el mensaje de salvación anunciado: el universo que debe inspirar admiración, se hacía arbitrario e inexplicable y los hombres sufrían como víctimas de sus propias fantasías. Es de capital importancia para Lucrecio hacer desaparecer las supersticiones y fanatismos: es docente y médico de almas, y, por encima de todo, poeta.
Lucrecio estudia el cosmos, pero es sólo un paso previo para el estudio del hombre y para que éste saque el máximo provecho de los bienes de este mundo. La liberación se logra sabiendo que todo el mundo es perecedero y la felicidad se encuentra en la vida sencilla, libre de pasiones y de otras inquietudes del alma. Estudia la percepción y los sentimientos humanos y considera al hombre compuesto de cuerpo y alma, si bien piensa que el alma es mortal, al contrario que los átomos que componen el mundo. En este sentido es el más freudiano de los poetas latinos, pues tocó temas como:
- el funcionamiento de la mente humana,
- la explicación de los sueños,
- la sexualidad humana y
- los efectos psicológicos del miedo y la inseguridad.
Para Lucrecio, el que supere la religión se convierte en el fundador de otra religión: la razón; y en ésta, el temor a la intervención divina en este mundo y al castigo tras la muerte es totalmente infundado, pues el mundo y todo lo que hay en él (el alma y el cuerpo, naturalmente) es material y está regido por las leyes mecánicas de la naturaleza. El poema de Lucrecio no es un simple ataque a la religión popular, por más que ésta supusiese la manipulación de las clases altas sobre el pueblo y el miedo a la condena eterna o a la superstición, sino que su objetivo es mucho más amplio e importante: ataca toda una forma de ver el mundo en términos teológicos, de explicar sus movimientos y su misterio como testimonio de la intervención de un poder superior.
Estructura y contenido de la obra Rerum Natura (“De la naturaleza de las cosas”)
Al pretender exponer la física de Epicuro en un solo poema, se vio condicionado en la elección de la forma, por medio de una obra extensa. Lucrecio llevó a cabo la renovación del género, abandonando la forma menor del poema didáctico por la obra a gran escala. Con sus seis libros, perfectamente sopesados y medidos, cada uno de ellos equivalente en extensión a un poema didáctico griego de los que habitualmente se componían, confirió a la poesía didáctica unas dimensiones cercanas a las de la epopeya.
El poema (7.415 hexámetros) se divide en seis libros, agrupados de dos en dos, y todos comienzan con un elogio a Epicuro. Resaltan también en la estructura las digresiones que a menudo se independizan del cuerpo del texto. Los tres bloques temáticos se agrupan en tomo a las siguientes ideas:
- Primer Bloque: Los libros I y II tratan de la naturaleza de los átomos y sus propiedades, de las leyes de la caída y de los choques entre los átomos que producen la energía. Cabe también resaltar que el poema comienza con una soberbia invocación a Venus, diosa de la vida creativa, siendo un canto al poder fecundo de la naturaleza que propaga y conserva la vida en el mundo y cuyo culto debía servir de asunto al poema. Del mismo modo se le solicita que conceda inspiración al poeta y paz a Roma.
- Segundo Bloque: Los dos libros centrales se ocupan de la naturaleza humana y sus componentes: el alma y el cuerpo. Explica su teoría de la «fisiología sensorial», diciendo que los átomos hieren los sentimientos produciendo sensaciones, y por tanto, de la misma manera que se puede combatir y superar el miedo a la muerte, también se puede combatir y superar el delirio amoroso, denunciado como el destructor del estado ideal epicúreo, esto es, la tranquilidad del espíritu.
- Tercer Bloque: En los dos libros finales expone sus ideas sobre la totalidad del universo: tras un extravagante discurso de elogio a Epicuro, pasa revista a los fenómenos naturales y culturales. Así trata sobre cosmología, meteorología, vegetales, animales, etc. para finalmente volver sobre el hombre y la historia de la cultura humana. Concluye con un relato terrorífico sobre la peste y la plaga en Atenas (429 a.C.).
El carácter inacabado de la obra se manifiesta tanto en la manera brusca de acabar como en la repetición de bloques enteros de versos, aunque esto último bien pudiera deberse a la reiteración propia de la poesía de carácter didáctico.
Lucrecio es consciente de su propia originalidad y de la dificultad que entraña el tratamiento de un tema didáctico en poesía, y más aún en latín, sin ninguna tradición de escritura filosófica en verso. Ante el problema del vocabulario, lo que el filósofo perdió en precisión, el poeta lo ganó en claridad y energía de estilo. Para ello emplea un tono variado que va desde la sobria exposición al himno solemne. En su poema, claramente descriptivo, la elección de verbos y participios es más importante que la de adjetivos pintorescos o epítetos decorativos, porque para explicarlo que hay más allá de la superficie de las cosas, se necesitan palabras de acción.
Ya pesar de que Lucrecio no era hombre de compromisos sociales, a través de la poesía didáctica supo llegar al compromiso emocional de todo poeta (impresionar y hacerse inteligible): totalmente heterodoxo desde el punto de vista epicúreo, que no consideraba apta a la poesía para la exposición de su doctrina, supo llegar a una especie de armonía creativa en la que acertó a combinar claridad y emoción poética. Con ello alcanzó su propósito claramente manifestado en I, 34: «tocar todo con el encanto de las Musas».
Hay dos temas que sin tratarlos específicamente, preocupan en gran manera a nuestro poeta:
A) La conducta moral, cuya única guía son el placer y el dolor; entendiendo el placer como la calma que procede de la liberación del dolor, del deseo, de la preocupación y del miedo. La tranquilidad de espíritu y la capacidad de enfrentarse con serenidad a las catástrofes de la vida son reverenciadas con devoción.
B) El progreso cultural: el progresivo envejecimiento de la «physis» de la tierra se entrecruza con la línea ascendente del desarrollo de la Cultura y la Civilización. En este condicionamiento mutuo la responsabilidad del deterioro recae exclusivamente en el hombre, quien llega a perder de vista sus verdaderas necesidades, abusando de su entorno.
El canto a Venus del libro I y la descripción de la peste de Atenas al final del VI representan precisamente a manera de símbolos esta contraposición entre la belleza y majestad del mundo frente a la miseria humana, con la que el poeta no deja de sentirse solidario.
Para terminar basta con hacer una referencia a la admiración que Lucrecio suscitó tanto en su época como posteriormente.
(Si quieres profundizar y leer el artículo completo, haz click aquí: Poesía didáctica)
El pasaje que vamos a estudiar:
Tranquilidad del alma
“Grato ha de sernos contemplar desde la playa el vasto mar agitado por el aquilón[i] y presenciar desde la tierra la desesperada lucha que el náufrago sostenga con la tempestad, no porque gocemos con el infortunio ajeno, sino porque nos consideramos libres de peligros, que tan próximos vemos. También será grato asistir desde lejos, sin temores ni zozobras, a las contiendas inhumanas de dos ejércitos que en el campo se destrocen. Pero todavía ha de ser más agradable estar en posesión de las doctrinas de los pensadores, y observar serenamente desde esas alturas del saber las agitaciones de los hombres que sin guía buscan a tientas los caminos del bienestar, y para hallarlos pretenden supremacías de nobleza o distinciones de genio y pasan días y noches entre afanes e inquietudes que les permitan acumular riquezas.
¡Oh ciegos y desgraciados hombres! ¡Entre cuántas densas tinieblas y entre cuántos inútiles tormentos consumís vuestra rápida existencia! ¡Ay! No sabéis cuál es el precio al que la naturaleza concede la felicidad: el cuerpo libre de sufrimientos, el alma tranquila y la ausencia del error.
Y sin embargo la naturaleza proveyó a nuestras necesidades, nos permite gozar placeres con poco esfuerzo, y nos preserva de muchos dolores. ¿No consiste la riqueza en nuestras propias satisfacciones? Si no disfrutas de festines nocturnos alumbrados por lámparas igníferas sostenidas en la mano derecha por estatuas juveniles; si en tu casa no brilla el oro ni resuena en doradas bóvedas el sonido armonioso de las cítaras, aun así podrás tener alguna dicha si te decides a disfrutar de la frescura de las hierbas junto al río, a la sombra de los árboles dadivosos de goces que nada cuestan; y principalmente en los risueños prados, cubiertos durante la primavera de matizadas florecillas. Lo mismo inquieta la fiebre ardiente de ambición al rico potentado que vive entre púrpuras y riquezas que al infeliz que yace tendido en burdo lecho.
Si el fausto[ii], la opulencia y las distinciones sociales no preservan de dolores a nuestro cuerpo, ¿darán la felicidad a nuestra alma? No, no. Aunque tengas innumerables ejércitos extendidos por la campiña y cobijados por amplias banderas, y aunque dispongas de numerosa escuadra esparcida por dilatados mares, las preocupaciones del fanatismo no huirán de tu ánimo amedrentado ni la idea de la muerte y sus terrores dará sosiego a tu corazón”.
(Traducción copiada del libro “Poetas Latinos”, Louis Michaud, Enciclopedia Literaria Ilustrada)
bn bueno me gusta
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Buenisima la pagina…abrazos.
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