Vida de Giacomo Leopardi

 

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Giacomo Leopardi es el poeta más grande que ha producido Italia, después de Dante.

Nació en Recanati, ciudad pequeña de la Marca de Ancona, en la moderna provincia de Macerata, el 29 de junio de 1798. Su familia era una de las más antiguas e ilustres del país.

Su padre, el conde Monaldo Leopardi, muy envanecido de su cuna y con muchos prejuicios clasistas, era un oscuro erudito de provincia, historiador y literato de campanario, que pasó su vida rodeado de libros, como ratón de biblioteca, haciendo trabajos tan diversos como baladíes. Desde los 18 años vistió siempre de negro y fue el último que llevó espada en Italia, al estilo antiguo. Era altivo y dominante. En medio de grandes preocupaciones y apuros económicos se casó en 1797 con Adelaida Antici, quien con apenas 19 años tomó desde el casamiento las riendas de la casa y la administración del capital comprometido, sin permitir que nadie se inmiscuyera en sus manejos.

A pesar de la dureza de los tiempos para la familia, esta conservó las apariencias, pero no conoció la alegría ni la ternura. Adelaida tendía su mano a los labios de sus hijos, pero jamás los besó ni abrazaba.

Tenían como huéspedes a varios eclesiásticos, que rodearon la infancia de Giacomo. De ellos aprendió italiano, latín y en poco tiempo quedó agotado su escaso saber. El futuro poeta tenía entonces 14 años y una gran curiosidad espiritual que hicieron que se entregara devotamente al estudio, aprediendo él solo el griego, el francés, el inglés, el alemán y el hebreo. A los 16 años era un especialista capaz de traducir autores latinos y explicarlos de forma tal que los expertos leían luego sus trabajos. Traducía y estudiaba literatura griega con igual eficacia.

Tenía solamente a tres personas realmente amigas: sus dos hermanos (Carlo y Paolina) y Pietro Giordani, un ilustre escritor, que lo alentó siempre.

Giacomo experimentaba una necesidad imperiosa de expansión y ternura. Sentía que Recanati era para él un desierto, una jaula, una caverna, una tumba. Prodigaba adjetivos despreciativos hacia sus paisanos: ignorantes, groseros y viles; no forman una ciudad sino un rebaño. Ellos le llamaban pedante, filosofastro y ermitaño.

Se sentía Leopardi molesto e insultado, incomprendido en todas partes y para colmo había perdido la salud y, a causa de una dolencia en las vértebras, se había puesto casi deforme.

Una vez escribió a Giordani: «Me he consumido en siete años de estudios locos y desesperados, a la edad en que me estaba conformando y en que mi complexión debía confirmarse…. Así sé y comprendo que mi vida tiene que ser desgraciada. Sin embargo, no me espanto; he pasado años tan duros que no creo que pueda ocurrirme nada peor».

En 1818, teniendo más de 20 años Leopardi, fue de visita por cinco días a su casa Giordani para intentar obtener un permiso del padre del poeta, para que este pudiera salir de Recanati. No tuvo éxito y lo único que consiguió fue que lo dejaran salir en sus paseos sin criado.

Su padre interfería incluso la correspondencia de su hijo, medio por el que muchos patriotas alentados por sus primeras publicaciones querían trasmitirle su entusiasmo.

Cuando Leopardi descubrió este procedimiento, quiso huir de su casa pero su plan de fuga se vio frustrado, lo que lo obligó a continuar su existencia triste y solitaria. A los sufrimientos físicos antes mencionados, que se habían intensificado, se suma una enfermedad de la vista. No podía ya trabajar. Ni siquiera leer. Estaba condenado a permanecer en su habitación, con los brazos cruzados, pasando así «los días, los meses y los años en contar los movimientos del péndulo», o bien desde su ventana miraba en la casa de enfrente a la hija del cochero de su padre, Teresa Fattorini, y a otra pobre muchacha trabajadora, María Belardinelli, a quienes ha inmortalizado bajo los nombres Silvia y Nerina.

Poco se ha conocido de su vida amorosa pues quien podría haberla contado, su hermano Carlos, era muy discreto. Pero fue él quien dijo queTeresa Fattorini era Silvia, «cuyo perpetuo canto hacía resonar las calles de alrededor». El también ha revelado el nombre de la mujer celebrada por Leopardi en «El primer amor»: la condesa Gertrudis Cassi Lazzari, prima de su padre, joven y de gran belleza. A los 18 años, Giacomo sintió por ella una pasión repentina y violenta, que no fue animada por la mujer y se extinguió bastante pronto. De todos modos, Giacomo no fue muy devoto de las mujeres, ya que trasladaba a ellas la deconfianza que sentía de sí mismo, de su precaria salud y del ambiente especial en que transcurrió su vida.

En las circunstancias en que vivía se separó completamente de las creencias religiosas.

En 1822 el conde Monaldo permite que Giacomo se marche a Roma para buscar una ocupación o empleo. Este encontró en Roma más de una decepción. No lo conmovió su aspecto y los romanos le parecieron más estúpidos todavía que los propios recanatenses. Fue en medio de la colonia extranjera, en el cuerpo diplomático, donde pasó Leopardi sus mejores momentos. El embajador de Prusia casi logró para él un empleo en el gobierno pontificio, pero era necesario ordenarse o vestir al menos el traje eclesiástico, a lo que Giacomo se rehusó. Tuvo otras posibilidades de trabajo, como una traducción completa y glosada de Platón, que no pudo abarcar por sus problemas de salud. Así que luego de seis meses en Roma se vio obligado a regresar a Recanati: volvió en abril de 1823, triste, desanimado y abatido. Emprendió de nuevo su vida de antes y trató de distraerse preparando una nueva edición de sus poesías lo que logró en 1824.

El editor Stella le permitió la posibilidad de viajar a Milán, con el fin de encargarle una traducción crítica de Cicerón. El poeta experimentó por Milán una repulsión invencible; la abandonó muy pronto y se dirigió a Bolonia. Vivía de algunos trabajos para la librería y de lecciones que sus amigos le había procurado.

Se enamoró en Bolonia de la condesa Carniani Malvezzi, mujer madura pero muy hermosa, espiritual y letrada, que lo usó para leer y corregir sus manuscritos y cuando creyó que ya no lo necesitaba se deshizo de él.

Tuvo luego una estadía en Florencia, donde conoció buenos amigos entre los que se cuenta a Manzoni. Los inviernos rigurosos lo obligan a buscar refugio en un sitio más apacible y encuentra en Pisa un lugar que realmente lo entusiasma. Allí escribio Il risorgimento. Luego de volver brevemente a Florencia, agotado por la enfermedad e incapaz de todo trabajo, retorna a Recanati, donde su salud empeora, al punto de no poder leer, escribir ni dictar. «Mi vida es un purgatorio», decía. Sus amigos de Florencia le consiguieron una pensión que le permitió dejar definitivamente Recanati, de modo que en 1830 se va de la casa paterna, para no volver.

Sin embargo en Florencia se enamora locamente, suplica ser correspondido y no lo logra, por lo que huye a Roma. El episodio le inspiró la elegía Aspasia.

En Roma vivió miserablemente, apenas si salía de su habitación. Volvió a Florencia en 1832, donde reunió sus «Opúsculos Morales», de los que Manzoni escribía que, en prosa, no se había compuesto nada mejor en la época.

Agotados sus recursos económicos, obtuvo una menguada ayuda de su padre. Nuevos amigos lo ayudaron, incluso para poder ir a Nápoles, cuyo clima le fue aconsejado por el médico como único remedio. Los instalaron allí su amigo Antonio Ranieri y la hermana de este Paolina, que satisfacían todos sus caprichos: iban a tres leguas,  puesto que vivían en una colina y bajaban a Nápoles porque otro pan que el de allí no agradaba a Leopardi. Su salud mejoró notablemente. Recibía las visitas de los sabios y literatos extranjeros que pasaban por Nápoles.

El cólera había estallado en la ciudad en 1836. Queriendo huir de ella el poeta alemán Platen se fue, pero murió en Siracusa, para angustia de Leopardi, que aumentó cuando la enfermedad reapareció crudamente en la primavera de 1837. Se hizo el propósito de volver a ver su padre pero no pudo cumplirlo porque murió el 14 de junio de 1837, sin haber cumplido los 39 años. «Veo menos… –dijo a Paolina–; abre esa ventana… Hazme ver la luz…», fueron sus últimas palabras. Casi las mismas que las pronunciadas por Goethe al morir.

Tal fue la vida de Leopardi: una serie casi ininterrumpida de torturas físicas y morales, un hombre que sin embargo no canta su dolor sino que cuando evoca sus emociones íntimas es para generalizarlas, creyendo que para todos los seres creados la vida es un mal.

Es que la verdadera poesía no expresa más que una cosa: los tormentos del alma humana ante el problema de su destino.

 

***Apuntes del ensayo de Eugene Carré, en el prólogo a la obra completa, de Editorial Aguilar, 1945. Profesora Rossana Migliónico

 

14 comentarios sobre “Vida de Giacomo Leopardi

  1. quisiera cortezmente un contacto e- mail de la profesora Rossana Miglionico

    Gracias de antemano
    Cordiales Saludos
    Maria Cupo estudiante en la Universidad Orientale de Nápoles

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      1. Estimada Profesora,
        soy Maria Cupo, para mi tesis sobre Leopardi quisiera leer el ensayo de Carré sobre Leopardi contenido en Miguel Romero Martínez Obras .
        ¿Usted puede enviarme las fotocopias ?

        Espero sus noticias a lo respecto

        Reciba un Cordila saludo
        Maria Cupo

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      1. María: recibí tu consulta por correo electrónico: no hay una página en específico para citar, en este caso: se trata de apuntes que tomé del ensayo en general para facilitar a mis estudiantes el acceso a una biografía nutrida de los datos que consideré más importantes. Es el ensayo que precede a la colección de Aguilar de 1945. Saludos y suerte con tu trabajo.

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      2. Gracias Profesora , he logrado hallar todo ; finalmente
        me llevan desde la biblioteca de Turín dentro de esos días las fotocopias del ensayo de Carré en las obras de Miguel Romero Martínez. para leerlo todo .

        Saludos muy Cordiales
        Maria Cupo

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      3. María: me encantaría alguna vez, cuando te sea posible y sea el tiempo, poder conocer lo que has producido, para aprender de ello. Muchísimas gracias desde ya.

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    1. Me halaga tu pregunta, pero soy profesora de Enseñanza Media. Enseño Literatura a los bachilleratos y desde este año, Literatura Uruguaya en la Tecnicatura de Guía y Diseño de Circuitos Turísticos, Instituto Tecnológico Superior.

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      1. quisiera saber si el ensayo de Leopardi de Carré es todo o solamente un fragmento y si sabe la página exacta en el prólogo a la obra completa de Miguel Romero Martinez. En Nápoles copia del libro no hay me gustaría saber si usted aquí reproduce un fragmento solamente o todo el ensayo.

        Es para la bibliografía de mi tesis de licenciatura . Quisiera saber si este ensayo de Carré es el mismo de la versión francesa Poesies de Giacomo Leopardi .
        Espero su contestación ya que se ha ocupado de este tema del gran Leopardi .

        Un Saludo por Maria Cupo

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