Praga, capital de la República Checa, es una ciudad incalificable e inclasificable. Ir por primera vez a ella es lo único necesario para querer retornar siempre. Habiendo sido en la que nació y vivió Franz Kafka, su atractivo es aún mayor para quienes la visitan porque, al igual que sucede en Lisboa con Fernando Pessoa, se lo encontrará presente y palpable en numerosos rincones, en variados monumentos, obras de arte, placas, espacios que, para quienes saben, se tornan atrapantes y para quienes desconocen al escritor, se integran como obras que hacen a un todo coherente y cohesivo, para percibir y vivenciar, tanto con la razón como con los sentidos.
EL BARRIO JUDÍO
En una casa ubicada a metros del Reloj Astronómico, nació Franz Kafka. Este edificio está en el límite entre el barrio judío y la zona que poblaban los cristianos y ese dato -en consonancia con otras circunstancias que confluyen en este ser fuera de lo común, como el ser judío, checo y formado en lengua alemana- no es una mera casualidad, sino quizá una primera señal de quien sería un intelectual excepcionalmente sensible, con una identidad étnica tan fuerte como su apertura al conocimiento y su adelantamiento al mundo que se avecinaba. Todas esas características conviven en Franz Kafka, como en Praga.
En cierta forma, esta ciudad construida atendiendo lineamientos astronómicos y astrológicos, con calles orientadas siguiendo pautas estrictas e iglesias dispuestas en cruz, tiene por lo menos tres vértices. La colina de Petrin, un lugar místico para los celtas, frente a la cual se yergue -imponente- El Castillo, como emblema del Cristianismo, y, triangulando con ambos, el barrio judío, Josefov.
El nombre hace honor a José II, quien liberó a los judíos de Praga. (¿Cuánto tiene que ver ese nombre con que Franz Kafka eligiera el nombre de Josef para el protagonista de su novela “El proceso”, un hombre del común, que podría haber sido cualquier otro, pero que es literalmente cazado y ejecutado “como un perro”, sin que pueda conocer siquiera cuál ha sido su culpa? El paralelismo con el ser judío y las incontables persecuciones y ejecuciones por el solo hecho de ser tales a lo largo de su historia, es evidente.)
En realidad, el barrio ha sido reconstruido y pocos de sus edificios -incluyendo las sinagogas- se han podido conservar a lo largo del tiempo. Lo que había existido casi desde la era medieval, con estrechas callecitas curvas, fue mandado a destruir en 1890 para un saneamiento de la ciudad. La decisión se ejecutó no sin cierta controversia, ya que, así como había un grupo de intelectuales que querían conservar el patrimonio histórico, había otro que hacía prevalecer el interés de dotar de luz y aire al lugar, siguiendo lo que antes habían hecho los franceses al convertir las callecitas de París en áreas despejadas -dotándolas así de mayor salubridad y belleza- y que le valiera el ser llamada “la ciudad luz”.
Algunas sinagogas se conservaron, sin embargo. Pinkas es una de ellas, con una mezcla de estilos, dadas las modificaciones y aportes que ha recibido desde la fecha de su origen: 1530.
Hoy en día Josefov es una porción importante de la ciudad vieja de Praga. En los portales se conservan en algunos casos ilustraciones que son el antecedente de las direcciones como las conocemos hoy día. Las casas no tenían números sino símbolos que permitían identificarlas. “En esta casa gobierna la mano del señor y le llamamos Lucio de Oro”, se lee junto al símbolo que la señala.
Ahora bien: algo que no alcanzaría a ver Franz Kafka pero que sí tocó padecer a su familia, fue la ocupación de Praga en 1938 por parte de Hitler. Este mostró gran interés por el barrio judío de esta ciudad y lo quiso conservar porque así podría exhibir, en un futuro, la evidencia de una raza desaparecida. Incluso logró involucrar a algunos judíos checos en grupos de expertos mixtos, que integraban también alemanes, para conservar todo lo que fuera necesario en ese futuro museo. Los judíos quizá sabían las verdaderas intenciones finales de la tarea, pero tendrían la esperanza de sobrevivir, o por lo menos dejar un legado. Así que trabajaron esmeradamente.
A propósito de Hitler y su relación con los judíos de la zona, viene a cuento saber que en Terezín (localidad llamada así en honor a María Teresa, la única mujer que gobernó en esta región) hubo un campo de concentración, pero no de exterminio. Funcionaba como un gueto, donde quienes estaban allí no podían salir, evidentemente, pero tenían infraestructura de recreación, escuelas y hasta teatro. Los alemanes lo usaban como propaganda para “demostrar” que ellos los trataban bien.
De esta forma, previo a recibir a quienes invitaban a comprobarlo -por ejemplo a la Cruz Roja Internacional- mejoraban la alimentación, fomentaban la práctica de deportes, y de esa forma, cuando los visitaban, se veía prácticamente un lugar modelo. En realidad, a quienes ejecutaban los llevaban a otros campos.
Ese fue el destino de la hermana de Franz, Otila, a quien se había recluido en Terezín y cumplía el rol de maestra de una veintena de niños. Un día, los pequeños debieron abordar, por orden de los alemanes, un tren… Ella, sin saber exactamente qué pasaría, pero temiendo por “sus” niños, por decisión propia, se subió a ese tren para acompañarlos, en lo que resultó su último viaje, ya que justamente lo que los esperaba era la ejecución en Auschwitz.
Todo esto que Franz Kafka no presenció, dada su muerte en 1924, tiene muchísimo que ver sin embargo con la atmósfera opresiva, de persecución, de pesadilla, de tortura y de muerte presente en tantos de sus relatos, prácticamente como un anuncio, por lo cual es inseparable de su existencia y de su obra.
EL CEMENTERIO
Lo que sí conoció el escritor fue el antiguo cementerio judío, aunque ya en su tiempo no se podía enterrar a nadie allí. Data de 1606 y cuenta con 12.000 lápidas aunque alberga a muchas más personas ya que tiene 17 capas. La tradición de no mover a los muertos ni alejarse de donde están enterrados llevó a seguir utilizando el lugar y a construir diversas capas hasta que en 1780 José II prohibió seguir enterrando en los límites de la ciudad por razones de higiene.
(Precisamente la tumba de Franz Kafka y de su familia está en otro cementerio, muy distante de este).
En cada lápida hay inscripta una pequeña reseña de los datos salientes de la vida de la persona que ahí yace, destacando por ejemplo si era muy religioso. Asimismo, se aprecian en su parte superior, símbolos, como pueden ser una tijera si se trataba de un sastre en el caso de los oficios, pinzas para la profesión de médico, o también una referencia al estilo de vida que logró: un racimo de uvas representa una existencia con abundancia. El vaso identifica a los levitas (integrantes de la tribu de Leví y asignados desde tiempos bíblicos a auxiliar en el culto) porque ayudaban a lavar las manos en forma previa al ritual. Un lobo en la lápida es representativo del apellido, que en tal caso sería Wolf o Wulf .

Otro aspecto del cementerio judío. En parte de ese muro se dejan mensajes que en ocasiones son enviados por terceras personas a través de un intermediario, para ser colocados con intenciones.
Y, de ese modo, en determinado punto del recorrido, se aprecia en una tumba elevada, un león. Es nada menos que la que corresponde a Judá León, el rabino a quien se atribuye la creación del Golem.
Así como sobre su criatura animada a partir de amasar arcilla, hay sobre su propio creador leyendas. Sin que se pueda precisar exactamente, habría vivido desde 1509 y dada su longevidad (ya que se fija su muerte casi cien años más tarde), en sus tiempos se lo creía inmortal, puesto que pasaban las generaciones y él seguía viviendo. El rabino era un sabio e incluso integró en carácter de consejero la corte de Rodolfo II, un emperador muy peculiar, amante de las ciencias y las artes, que se rodeó de unos cuantos sabios… y algunos charlatanes.
A propósito del Golem, también pervive en Praga en diversos lugares. Los que están relacionados a su propia leyenda, como por ejemplo la parte alta de la sinagoga Vieja-Nueva a la cual está prohibido subir desde hace siglos y donde estarían los restos del Golem ya destruido por su propio creador, pero también en dibujos, en pequeñas reproducciones como esculturas que se conservan en sinagogas, en libros que rescatan las leyendas judías de Praga, en cuentos ilustrados para niños y, por supuesto, en recuerdos tales como camisetas, imanes de heladeras, bolsos y en marcas comerciales.
Al respecto, dos apuntes: Uno, relativo a su inscripción en la frente -obviamente en hebreo- “EMET”, que significa “verdad”, pero que al quitarle la “e” inicial se convierte en “MET”, que equivale a “muerte”. Otro, un aporte del psicoanalista uruguayo Pablo Cúneo,consistente en un pasaje de un diario personal de Franz Kafka referido al Golem.
DOMICILIOS, CULTURA Y RUPTURAS
Hemann Kafka, padre de Franz, luego de una sacrificada infancia, tuvo como objetivo central de vida prosperar económica y socialmente. Esta segunda dimensión incluye el mostrar sus avances, así que, sin llegar a poder comprar una casa, se mudaba frecuentemente en la medida en que su crecimiento comercial lo permitía. No están muy lejanos entre sí los diversos inmuebles que se conocen que ocupó el autor, y siempre situados en la transición del barrio judío al resto de Praga.
También muy cercano estaba el Instituto alemán (en cuya fachada se ve a San Juan Nepomuceno, mártir lanzado al río Vltava en el siglo XIV) al cual concurrió por ocho años, y la Universidad a la que, en primera instancia, fue a estudiar Química.

El hotel Continental, que se aprecia al fondo, cuya fachada recorrió el mundo cuando en las últimas décadas del siglo XX la estrella del Pop Michael Jackson lo ocupó por completo al brindar un recital en Praga, fue, mucho antes, hogar de Franz Kafka. En una de esas habitaciones escribió «La metamorfosis».
Entre las casas que ocupó, una fue la que hoy pertenece al famoso Hotel Continental de Praga (de “estilo brutalista” dice un guía, aludiendo a su arquitectura completamente ajena a la pintoresca ciudad). Allí escribió “La metamorfosis”.

En la Galería Lucerna, está la librería Gregor Samsa. Allí se pueden apreciar dibujos que hacen los niños de cómo se imaginan al viajante de comercio convertido en insecto.
Una perlita, a propósito: vale recordar que, si bien a lo largo de los años diversos ilustradores han difundido imágenes concretas del protagonista, Gregorio Samsa, convertido en un escarabajo, una cucaracha u otro animal determinado, el texto original dice que el viajante de comercio amaneció devenido en “ungeziefer”, una palabra que en alemán alude a un animal ritualmente impuro, además de “insecto”. Estrictamente, correspondería en español a “alimaña”, aceptándose como muy acertada la traducción atribuida a Jorge Luis Borges como “un monstruoso insecto”, por reunir todas las connotaciones mencionadas.
En algún caso, la ubicación de su domicilio en una esquina sumamente transitada, hacía que Franz no se sintiera a gusto, que no tuviera paz para escribir y fue entonces que, por algo más de un año en que mantuvieron ese domicilio, iba y permanecía lo más posible en la casa de su hermana Otila, ya casada, instalada en las inmediaciones de El Castillo, en el número 22 de la Calle del Oro, donde actualmente hay una librería dedicada a él, siempre repleta de turistas.

En sus pequeñas dimensiones, esta que fuera la humilde casa de Otla, albergó por mucho tiempo a Franz Kafka, quien encontraba allí el silencio necesario para dedicarse a su obra. Se ubica en el número 22 de la Calle del Oro en El Castillo y hoy en día es una librería dedicada al escritor.
En una de las aceras de la Plaza Wenceslao, se conserva el edificio de la compañía italiana de seguros en la que Franz Kafka tuvo su primera experiencia laboral. Sabido es que al igual que la carrera de Derecho, sus trabajos fueron elegidos por la necesidad de cumplir con las exigencias de Hermann -en cuya casa nadie viviría sin ser productivo, pero menos aún su primogénito y único hijo varón que logró sobrevivir más allá de la infancia-. Pero hacia los 32 años, el escritor ganaba tres veces más que un obrero, por lo cual logró instalarse solo. Y cuando pudo trabajar cuatro horas por día adoptó esta singular rutina: dormía desde las 16 a las 19; al despertarse hacía un paseo y cenaba con sus padres, luego escribía hasta las 4 de la madrugada, hora en que dormía hasta las 7, en que se aprontaba e iba a trabajar. Era su forma de tener tiempo y energías para las diversas facetas de su mundo.
En este punto, vale aclarar una vez más -ya que muchas veces prevalece una imagen adusta del escritor, como permanentemente angustiado- que su vida estuvo poblada de intereses y actividades. En el salón de Berta Fanta, aprendió de todo, además de ocupar tiempos de ocio. La célebre dama organizaba salones concurridos por la élite intelectual (quizá el más conocido por nosotros hoy día es Albert Einstein, pero asistían renombrados epígonos de diversas áreas) de cuyas tertulias se obtenían cuantiosos conocimientos de avanzada. Kafka se interesó allí hasta por la pedagogía de Montessori. Pero más allá de lo intelectual, el escritor fue propagador del motociclismo y del ciclismo, en un estilo de vida que incluía ejercicios físicos con la ventana abierta, aún en invierno, y una alimentación vegetariana. No bebía alcohol, café ni té, y poco chocolate.
ARTE PRAGUENSE KAFKIANO
En Praga hay numerosas galerías, pasajes de edificios señoriales, que se aprovechan siempre, pero especialmente cuando, como es común, llueve.
El postulado de que Praga y Kafka se trasuntan mutuamente, se verifica una vez más al encontrar una insólita estatua ecuestre (autoría del destacado escultor checo David Cerny), colgada la cabalgadura “al revés” de lo que sería natural (salvando además el hecho de que en lugar de estar en tierra firme, pende del techo).
Representa al príncipe Wenceslao por su forma y simboliza la muerte de un sistema político. Es, por lo tanto, arte concreto y a la vez sumamente simbólico, distópico… kafkiano.
Cerny (nacido en Praga el 15 de diciembre de 1967), ha hecho dos de las más resonantes obras de arte vinculadas a Franz Kafka.
Una de ellas es la escultura ubicada a la entrada del Museo Franz Kafka. Dos hombres erguidos, que giran unos 100 grados, “orinan” sobre un contorno que es la fuente de agua desde la cual el circuito de alimenta para mantenerse en movimiento. Dicho contorno es el mapa de la República Checa y ambos hombres están ubicados dando sus espaldas uno hacia Rusia y el otro hacia Alemania, las dos potencias que históricamente han querido avanzar sobre ese país. El “mensaje”, si es que las obras de arte aportan necesariamente uno, trasciende completamente la ruptura con lo políticamente correcto y es totalmente claro y fuerte.
Ahora bien, si hay una obra de Cerny que todo viajero se detiene a mirar es “La metamorfosis”, generalmente conocida como “la cabeza de Kafka”, pues es lo que representa. Se trata de un monumento de automatismo, que mide 14 metros de altura, pesa 14 toneladas, tiene 42 estratos, que se mueven formando, deformando y volviendo a formar la cabeza de Franz Kafka, en una coreografía computarizada que dura 40 minutos.
EL CASTILLO
La magnificencia de Praga es inabarcable e inefable. Solamente viviéndola, recorriendo sin tiempo, sin urgencia, a lo largo de los días, se puede apreciar en algo lo que es una ciudad mágica, llena de leyendas y con sitios cuyas dimensiones y características exceden siempre lo que se podría imaginar, casi como en los cuentos de hadas.
Una muestra de ello es El Castillo. Generalmente si se lee la novela de Kafka del mismo nombre, o si se escucha una referencia, uno se puede imaginar eso: un castillo, de grandes dimensiones, seguramente, pero sin suponer jamás cómo verdaderamente es.
Visitas de 6 o 7 horas, no alcanzan para recorrerlo someramente, aprendiendo de cada lugar el qué, el por qué, su historia, anécdotas, o el cómo se construyó.
Pero cuando se lo ve, se entiende a cabalidad qué concebía el escritor cuando lo incluía.
El Castillo de Praga, a diferencia de lo que seguramente se imagina quien no lo conoce, no es una construcción sino un conjunto arquitectónico, iniciado en el siglo IX de nuestra era. Es el más grande del mundo y el monumento más importante de la República Checa.
La imponente catedral de San Vito (el santo patrono de los romanos) se yergue como uno de los emblemas del Cristianismo y más exactamente del Catolicismo en Praga, aunque no es la única construcción religiosa de El Castillo. En su interior se aprecian dos tintes totalmente diferenciados en sus columnas: uno negruzco en la parte baja, debido a que hasta determinada altura la construcción estuvo a la intemperie durante 500 años, debido a que hubo que interrumpirla.
Y recién a fines del siglo XIX se continuó hasta finalizarla. Se formó para ello un grupo de “amigos de la catedral”. Sin embargo, no alcanzaba el dinero para el vitral. Lo vino a solucionar el Banco Eslavo, quien aportó lo necesario a cambio de que se pusiera su publicidad en la propia obra de arte. Si siempre el arte en general y el religioso en particular tuvo mecenas, una obra central de semejante iglesia con la publicidad del patrocinador incluida, emplazada en un edificio construido a lo largo de los siglos… ¡es kafkiano!
En El Castillo, cada emperador iba dejando su legado a través de nuevas construcciones que los incluyeran indeleblemente en la Historia. La única mujer, María Teresa (s. XVIII), dotó a su palacio de un enrejado en que destacan Hércules, con su piel de león, y Teseo: una forma de intimidar, o de marcar autoridad y respeto. Pero la consideración se la ganó por su calidad de gobernante con obras tan importantes como la canalización de las aguas pluviales, la separación de la Iglesia del Estado, la educación para niñas y señoritas… Y todo eso sin privarse de ser madre: tuvo 16 hijos.
El encanto de El Castillo fue irresistible también para Hitler quien lo instituyó como sede del poder durante el Protectorado de Moravia y Bohemia, que se instaló en la fecha mencionada de 1939.
Actualmente contiene también la residencia oficial del presidente de República Checa. Y ha dado lugar, entre otras, a esta anécdota: En 2011, Václav Klaus, en visita oficial a la República de Chile, durante una recepción en su honor, vio en su lugar una lapicera de lapislázuli -piedra semipreciosa típica del país trasandino- y mientras su par Sebastián Piñera le daba la bienvenida, la robó, como se puede apreciar en este video:
Las cámaras de televisión estaban transmitiendo en ese momento por lo cual al menos miles de chilenos y praguenses pudieron ver el hecho en vivo y en directo, pero de inmediato las imágenes recorrieron el mundo, ofendiendo así el buen nombre y honor de su país. Así que los ciudadanos de Praga, al 1 de mayo siguiente, se convocaron en El castillo, llevando cada uno una lapicera, y le formaron “montañas” de ese útil, en un gesto absolutamente significativo.

En la foto adornada para Navidad, esta residencia del presidente de República Checa, en El Castillo, recibió como «ofrenda» miles de lapiceras como protesta de los ciudadanos al acto vergonzante del presidente Klaus.
N
Nunca sabremos la cantidad exacta de obras que produjo Franz Kafka. Es imposible acceder a ellas porque él mismo se ocupó de destruir la casi totalidad de las mismas y fueron escasas las publicaciones que hizo.
De esas “n” páginas, cedió un grupo a su amigo y colega Max Brod, cuando ya agonizaba, con un pedido que decía que su último deseo era que todo lo que dejaba escrito debería ser quemado sin leer…
Franz había dicho “no soy nada más que literatura y no puedo querer ser más nada que literatura”. A veces es dado pensar que igual que Don Quijote, cuando ya no puede vivir más la vida que quiere, obligado a ser de nuevo Alonso Quijano, muere, también Kafka, cuando ya no produjo más literatura y entregó lo que conservaba para ser quemado, partió.
Un detalle físico, seguramente no casual, es que en verdad murió de hambre, ya que la tuberculosis que padecía le implicó entre otros trastornos, la imposibilidad de tragar, y murió abrazado a Dora Dimant, su última mujer.
LA ÚLTIMA CUENTA
Inagotables Praga y Kafka, felizmente, siempre convocan a volver, a ahondar, a leer, a caminar.
Con emoción, comparto esto con todo hablante de español que se interese por un autor que siempre con-mueve, como un humilde aporte a todo lo que hay para decir de alguien que nació judío, estudió en alemán, y hablaba además el checo, un idioma, que al igual que el español, contiene la letra “eñe”…
Prof. Rossana Migliónico Molina
diciembre 2019- enero 2020
Muchas gracias por el magnífico aporte. Estuve en Praga en el 2018 pocos días. Este artículo suyo me invita a volver y caminar sin tiempo esta ciudad. Saludos
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Muchas gracias. Es para volver siempre.
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impactful
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Personal
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